VIOLENCIA
EN TIEMPOS DE PANDEMIA
La crisis del coronavirus nos ha
situado ante el espejo como sociedad. Son muchos los aspectos de nuestra manera
de organizarnos que se están poniendo en cuestión. Estamos en parón y en estado
shock colectivo. Nuestras rutinas diarias se han trastocado. No somos libres de
salir a la calle cuando queramos. Es más, debemos permanecer en encierro
domiciliario y transitar únicamente con motivo justificado. Muchas personas
dejan de trabajar temporalmente o tele trabajan desde casa. Entre ellos
¿cuántos maltratadores habrá? ¿cuántas víctimas
de violencia de género? Para ellas, la convivencia prolongada con su pareja
aumenta preocupantemente el riesgo.
Los medios de comunicación únicamente hablan de un tema, la pandemia vírica. La última hora de la alerta sanitaria manda. Parece como si el resto de problemas hubieran quedado aparcados. Nada más lejos de la realidad. Ellas, las víctimas de violencia de género, continúan sufriendo. Y tienen que saber que continúa habiendo alguien al otro lado. Necesitan saber que, pese a que el mundo parece girar en torno a un virus desconocido al que hay que combatir, no se cierran los servicios a los que pueden acudir en busca de ayuda. Siguen disponibles servicios como el teléfono 016, donde se ha implantado el teletrabajo, las fuerzas de seguridad o los juzgados de violencia sobre la mujer. Estos últimos continúan realizando guardias y asegurando el dictado de órdenes de protección, así como cualquier medida cautelar en materia de violencia contra las mujeres y menores. Así lo establecen las nuevas directrices del Ministerio de Justicia para la prestación de servicios esenciales en juzgados y tribunales durante la vigencia del estado de alarma para la contención del COVID19.
Tardaremos más o tardaremos
menos pero venceremos, unidos y unidas por supuesto, al coronavirus. Pero la
violencia de género continuará, el virus
del machismo letal seguirá atacando a nuestra sociedad a menos que unamos
fuerzas como lo estamos haciendo contra esta terrible pandemia que nos amenaza
y que se expande. Por eso decidimos hace ya más de dos años que estábamos ante
una cuestión de Estado. Y, como tal, la abordamos desde los poderes públicos.
Hemos tardado muy poco en
armarnos política y socialmente contra el coronavirus. Tenía que ser así para
evitar que se propague descontroladamente. Una vez lo superemos, nos tendremos
que sentar a reflexionar sobre los peligros que nos acechan en un mundo
globalizado e interconectado, deberemos intentar que no se repita la pandemia.
Bastante más nos costó
alcanzar consensos políticos sobre la amenaza real de la violencia de género, y
no porque las cifras de su contagio y mortalidad fuesen precisamente
insignificantes. Aunque el PP de Casado vaya ahora presumiendo de haber
aprobado el Pacto de
Estado en materia de Violencia de Género bajo la presidencia de Rajoy, es
sobradamente conocido que sólo se sentó a negociarlo en 2017, cuando ya habían
perdido la mayoría absoluta, nunca antes, a pesar de que el PSOE lo pedía,
haciéndose eco de las demandas del movimiento feminista, desde 2014.
Son indudablemente días
aciagos, estos que estamos viviendo. Días en los que nos replanteamos muchas
cosas, tanto desde el punto de vista personal como social. Le damos vueltas a
todo porque esta situación nos ha otorgado algo que escasea en nuestro mundo
desenfrenado: tiempo libre de algunas obligaciones y menos prisas. Puede ser
una ocasión de oro para replantearnos también si queremos seguir siendo una
sociedad en la que no pase semana, a veces ni siquiera un día, sin que tengamos
que lamentar un nuevo asesinato. Una sociedad en la que las violencias sexuales proliferan y en la
que, al amparo de la ley no escrita que ensalza la mercantilización del cuerpo
de las mujeres, bajo el pretexto del mito de la libre elección, se asume como
lícitos entretenimientos, también durante el confinamiento, la pornografía y la prostitución.
Probablemente
haya llegado la hora de que digamos que ya no más violencias machistas. Y
que nos lo creamos de veras y lo pongamos en práctica. Evidentemente no es
suficiente con asumir que tenemos un gran problema, tendremos que
comprometernos individual y colectivamente, tal y como estamos haciendo con el
COVID19.
En estos días de reclusión
doméstica, el Estado de Derecho no se paraliza, no desaparece por arte de
magia, a pesar de que a los individuos se nos recomiende desaparecer de las
calles. Sigue atento a las necesidades de asistencia
y protección de las mujeres y menores que sufren todo tipo de violencias
machistas. Pero, cada una de las personas que estamos en casa confinadas para
frenar la pandemia, tenemos que estar también atentas a nuestro entorno para
denunciar estas situaciones. En el último informe
anual del Observatorio contra la violencia Doméstica y de Género del Consejo General
del Poder Judicial, hecho público esta semana, su presidenta. Ángeles Carmona, reclama “mayor
implicación de familiares y entornos cercanos a la hora de denunciar y no
consentir situaciones de malos tratos”. Esa implicación ayuda a ganar terreno,
dice Carmona, para combatir la violencia de género y contribuye a que la
víctima deje de sentirse sola y desamparada.
Nos lo debemos como sociedad
pero, sobre todo, se lo debemos a ellas. Unidas y unidos venceremos al virus y
también al machismo.
Artículo publicado en Tribuna Feminista el 18 de marzo de 2020
Artículo publicado en Tribuna Feminista el 18 de marzo de 2020
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