miércoles, 25 de noviembre de 2015

INDIGNADAS, NUNCA RESIGNADAS

Decía Stéphane Hessel en su libro ¡Indignaos! que cuando algo te indigna te conviertes en una persona militante, fuerte y comprometida, y añadía que pasas a formar parte de la corriente de la historia, una corriente que tiende hacia mayor justicia y mayor libertad. Así, indignadas, y con esa indignación como fuerza y motor para el cambio, es como actuamos contra la violencia de género infinidad de mujeres y afortunadamente cada vez más hombres.

En esta lucha, y más en un día como hoy, 25 de noviembre, Dia Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la indiferencia es lo peor. La indiferencia hace cómplice, aunque sea por omisión del deber, a quien la practica. El compromiso es la consecuencia lógica de la indignación. Por lo tanto, quien no se compromete, en la medida de sus posibilidades, es porque no se ha indignado contra la injusticia y la vulneración de los derechos humanos que supone, en el caso que nos ocupa, la violencia machista. Dicho de otro modo, le da exactamente igual que cada día se cometan asesinatos contra mujeres por el sólo hecho de serlo y por la pretendida supremacía, dominación y posesión del hombre sobre la mujer.

Stéphane Hessel escribió un alegato contra la indiferencia.
Se puede ser cómplice de la violencia de género de muchas maneras. Son cómplices los que piensan que éste es sólo un asunto de mujeres y aquellos que practican los micromachismos o machismos cotidianos que alimentan la gran rueda del patriarcado y a los que demasiadas veces no damos importancia. Por supuesto son cómplices de la violencia de género los que acusan a las activistas, a las mujeres comprometidas con la lucha feminista y por la igualdad y las tachan de "feminazis". O los que desde una posición privilegiada lanzan exabruptos más propios del hombre del Neandhertal que del siglo XXI, como el alcalde de Carboneras, que mandó callar a una concejala de la oposición al grito de "guarde respeto cuando está hablando un hombre". No todas las violencias de género son físicas. Las verbales, las psicológicas, las económicas también lo son. No lo olvidemos.

Estoy, estamos, indignadas. Por tanta indiferencia, tanta falta de compromiso, por los que intentan que parezca que éste es un problema privado cuando es un asunto de toda la sociedad y un problema que hay que erradicar desde la raíz, cambiando tantas y tantas cosas y educando de verdad en y para la igualdad, no sólo como individuos sino como sociedad. 

Estamos indignadas y salimos a la calle como hicimos el 7N en Madrid y nos indignamos más cuando constatamos ausencias políticas y mediáticas en esa gran marcha. Y la indignación va en aumento cuando vemos que hay quien se permite el lujo no sólo de ser un machista denodado sino de publicarlo a los cuatro vientos desde su altar mediático de turno. Cuando ese alguien puso las bases de un partido que se las da de igualitario aunque basta rascar la fina capa superficial para darse cuenta de la realidad.

Indignadas e indignados, sí. Comprometidas y comprometidos, por supuesto. La resignación y la indiferencia son cómplices, son culpables. 


jueves, 12 de noviembre de 2015



HAREMOS DE CADA DÍA UN NUEVO 7N

Fuimos decenas de miles de voces clamando el sábado 7 de noviembre en Madrid por el fin de la violencia de género, por la erradicación del machismo y el patriarcado como germen, origen y causa de demasiados asesinatos de mujeres en este país. La respuesta a esa gran manifestación, en cambio, adoptó de nuevo la forma de la violencia más primitiva, repugnante y animal que pueda imaginarse: cuatro nuevos asesinatos en pocas horas.

Me alegró ver a muchos hombres en la marcha contra las violencias machistas. Hombres anónimos y hombres significados, hombres comprometidos con la lucha por la igualdad y hombres que pasaban por allí y decidieron sumarse a ese clamor unánime. Hombres, al fin y al cabo, que junto a nosotras las mujeres, conforman esta sociedad. El género masculino, lejos de ser el origen del problema –lo es el machismo, no los hombres como tales- es la clave de la solución. Ya lo dije en la anterior entrada, los hombres tienen que empezar a vivir su masculinidad de manera muy diferente a la que les han enseñado, de una forma más próxima a la igualdad plena y muy, pero que muy alejada del machismo y la supremacía patriarcal que es, esa sí, la causa de la violencia de género.

El camino será largo, es cierto, y no estará sembrado de rosas sino que seguramente, lamentablemente, todavía lo veremos manchado de demasiada sangre de mujer derramada por esos seres despreciables que son los maltratadores. Pero la certeza de que esto no cambiará del día a la noche no puede paralizarnos, no nos va a callar. Haremos de cada día un nuevo 7N. Lo podemos hacer si cada uno de nosotros y nosotras toma conciencia de la gravedad del asunto, si en cada gesto cotidiano condenamos el machismo y lo desterramos de nuestras vidas, si no giramos la vista ante los abusos y denunciamos cualquier violencia contra las mujeres, si educamos personas, no hombres o mujeres de manera diferenciada, y lo hacemos no solo en las escuelas sino también en casa, en los espacios de ocio infantil, frente al televisor, en el supermercado y las tiendas de juguetes... 

El pasado fin de semana, aun con el cansancio de los kilómetros recorridos, del asfalto pisado y los gritos proferidos, pero satisfechas y orgullosos por el éxito de la convocatoria, la realidad nos estalló en plena cara. Una realidad que apunta a la necesidad imperiosa de un pacto de estado, de un compromiso firme de toda la sociedad y de los y las dirigentes políticos para cambiar esta sociedad de abajo a arriba. Pero no nos engañemos, no todos los políticos están igualmente comprometidos con la igualdad. No todos ni todas tienen la necesaria determinación para luchar contra la violencia de género usando toda la legislación, reformas incluidas, ni todos los recursos, para combatirla, para perseguir a los maltratadores y proteger a las víctimas, para invertir en la educación de nuestros niños y niñas en la igualdad, para condenar enérgicamente todas las violencias machistas. Algunos programas políticos pasan de puntillas sobre estos temas. Otros, con tradición e historia de lucha por la igualdad, con hechos palpables y legislaciones aprobadas cuando han gobernado, no solo llevan la igualdad en su ADN sino que la plasman en sus programas electorales. Como electores, tenemos la palabra y la decisión. No desperdiciemos la oportunidad.


lunes, 2 de noviembre de 2015

EL 7N YO VOY

Más de 800 mujeres asesinadas por violencia machista son más que suficientes. En cualquier país, incluido éste, debería bastar para que fuera una cuestión de estado, un tema de primer orden y prioridad, un problema equiparable al que fue en su día el terrorismo. Y que se abordase con la misma contundencia legal y con los mismos recursos. ¿Qué ocurre, pues, para que no sea así? ¿Qué nos pasa como individuos y como sociedad para que no atendamos debidamente este problema? ¿Es que "sólo" son mujeres?  Me gustaría creer que éste es un tema de debate y preocupación social y política, pero lamentablemente está claro que no hay suficiente conciencia, no existe una condena colectiva bastante grande ni un rechazo frontal como para que nos tomemos la violencia de género como lo que verdaderamente es: una cuestión que no nos podemos permitir el lujo que continúe siendo el pan nuestro de cada día, que en todo caso, como todo acto violento en sociedad, debe ser la excepción a la norma, nunca un hecho cotidiano y colectivamente asumido, si no aceptado.

Podemos hacer muchas cosas excepto rendirnos ante una problemática de estas dimensiones, ante semejante oleada de crímenes. ¿Recuerdan que no hace tantos años los llamábamos crímenes pasionales, bajo la justificación del amor romántico y los celos como parte de ese supuesto amor? Aún me acuerdo de las palabras de un comisario, conmigo al otro lado del teléfono ejerciendo la profesión periodística, pretendiendo justificar la agresión a una mujer por parte de su marido: "algo habrá hecho que no le ha gustado a él...", dijo el policía. Me quedé estupefacta ante tamaña afirmación, escrutando en mi entonces joven mente qué podría justificar una agresión machista. No hallé respuesta, como tampoco la encuentro ahora al silencio de muchos ni a la inacción de otros tantos.

Tenemos que transformar nuestra sociedad de raíz, erradicar de ella los micromachismos del día a día, esos que nos pasan desapercibidos la mayor parte de veces, educar a los más pequeños y a nuestros jóvenes para que practiquen y defiendan la igualdad y, por supuesto, perseguir de manera implacable a los maltratadores a la vez que ofrecemos a las víctimas todos los recursos necesarios para protegerse de ellos y para salir del pozo oscuro de la violencia machista.

Mientras, iremos a manifestarnos por las calles de Madrid, seremos muchas y muchos el próximo sábado 7 de noviembre. Muchas y muchos los en la exigencia que la lucha contra la violencia machista sea una cuestión de estado en la que se comprometan toda la sociedad, sus organizaciones y sus instituciones. Reclamaremos el compromiso político, del gobierno, en esa lucha, pediremos más y mejor protección para las mujeres y también para las y los menores víctimas de violencia machista, exigiremos también el compromiso de los medios de comunicación, que tienen un papel fundamental en esta lucha sin cuartel y que demasiadas veces lo ejercen con falta de profesionalidad e incluso de dignidad. 


Como dice el Manifiesto de la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas, "tomemos conciencia de una vez que el machismo mata y hace imposible la convivencia exigible en una democracia" Por todas las que los machistas han asesinado y para que no maten ni una más. Por ellas, y por todos y todas nosotras, el 7NYoVoy.