miércoles, 24 de abril de 2019

NO QUEREMOS UN BOLSONARO EN ESPAÑA 


Hace cuatro meses que la ultraderecha venció en Andalucía. No está formalmente en el Gobierno pero manda más que los partidos que sí están, Partido Popular y Ciudadanos. Ahora les plantea, como condición para aprobar los presupuestos, que no incluyan en ellos partidas para combatir la violencia de género y atender a las víctimas. Ni para la memoria histórica. 

En el plano económico, están bajando impuestos a los que más tienen y encarecen servicios públicos. El último anuncio a este respecto, la subida del precio de las guarderías que se mantuvo congelado mientras gobernamos los socialistas.

Eso, ni más ni menos, es lo que ocurriría en toda España si suman las tres derechas, unas formaciones que han alcanzado tal punto de similitud que les hace indiferenciables. Ocurriría eso que ya está pasando en Andalucía y otras cosas similares y tan retrógradas como éstas. 

El mundo está en un proceso de involución avivado por la mentira y el odio. Sus emisores están entre nosotros, bien idenificados. Pero también en otras latitudes y tenemos ejemplos sobrados: los Bolsonaro, Trump, Putin... En Brunei vuelven a lapidar a personas homosexuales y a las adúlteras. En España, la Iglesia se empeña en impartir cursos para "curar" la homosexualidad. Y el PP quiere prohibir el aborto a no ser que sea en los casos tasados en la ley de 1985.

La única manera de frenar esa regresión es consolidar un Gobierno que en los últimos diez meses ha hecho más por las personas, que ha hecho más por España y sus gentes, que todos los que se arrogan la exclusividad de su defensa. Las banderas no pagan facturas, pero sí las pagan las subidas del SMI y de las pensiones. Y la subida de la prestación por hijo a cargo o la recuperación del subsidio para parados de 52 años.

Tenemos que escoger entre quien garantiza crecimiento y redistribuición en un país moderno y con futuro o bien un modelo que genera estancamiento, desigualdad y promete devolvernos a los tiempos del blanco y negro televisivo. El 28 de abril, en las urnas estará la respuesta.

Artículo publicado en La Hora Digital el 5 de abril de 2019

jueves, 4 de abril de 2019


TENEMOS QUE PARAR EL VIENTO EN CONTRA



Soplan vientos de retroceso que quieren acabar con los avances en igualdad que las mujeres hemos conseguido. El empeño del movimiento feminista, secundado por la acción de Gobierno en estos últimos nueves meses, ha hecho saltar los resortes del patriarcado. Demasiada lucha como para dejarse ganar el pulso. El 8M tenemos que salir a la calle a gritar bien alto que es el tiempo de las mujeres. Y que, de aquí, no nos mueve nadie.

Al patriarcado le han saltado todas las alarmas. Se nota en las andanadas antifeministas de la derecha seguidista de la ultraderecha, y en el nerviosismo de la Iglesia. Ven que avanzamos en nuestra lucha y nos quieren parar antes de que acabemos nosotras con el constructo patriarcal de la sociedad. Siguiendo el dicho de que la mejor defensa es un buen ataque, el neoliberalismo quiere usarnos para su avance imparable. La afrenta pretende obtener dos réditos. De un lado, contener los avances en igualdad para asentar los privilegios de la mitad de la población a costa de la otra mitad. Y, a la vez, hacer negocio con ese sometimiento.

En realidad, el quid de la cuestión está en el segundo elemento. Quieren usar nuestros cuerpos para hacer negocio y para no perder un estatus adquirido a lo largo de siglos a costa de nuestro sacrificio y sometimiento. A eso, ni más ni menos, responden los intentos de regularizar la prostitución con la excusa de la libertad individual para elegir prostituirse, en contra de la oleada abolicionista que denuncia la explotación sexual de las mujeres. En la misma línea y usando el mismo falso mito, la insistencia por legalizar los vientres de alquiler. Detrás de la prostitución y de la llamada gestación subrogada hay un sustancioso negocio que se puede ir al traste si vencen los postulados que defendemos las feministas. 
En uno y otro caso observamos cómo el neoliberalismo va de la mano de determinados partidos políticos que dan cobijo y hacen bandera de los anhelos de una parte minoritaria de la sociedad para hacerlos pasar por derechos. En uno y otro tema, el dinero es el que mueve esos intereses. Lo curioso es que formaciones recién llegadas y que se presentaban como renovadoras y adalides de la higiene política sean las que luchan por conseguir y en otros casos consolidar formas de explotación de la mujer tan cercanas a la esclavitud. ¿Hay algo más retrógrado, acaso? Más curioso aún que defiendan esos postulados algunas de las formaciones que se reclaman de izquierdas, como ocurre con la apología denodada que del proxenetismo hace la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Tanto es así, que en aquella ciudad de nuevo, y van ya algunas ocasiones, ha provocado un cisma en el feminismo que se ha extendido a otros territorios.

Las resistencias se manifiestan y se materializan también en otros ámbitos. El aborto es un campo de batalla recurrente de la derecha, atizada por una Iglesia a la que más le valdría cuadrarse de verdad ante temas como los abusos sexuales y la pederastia en su seno. El líder del PP no tiene otra cosa en la que entretenerse que en darnos lecciones a las mujeres “de lo que llevamos dentro cuando estamos embarazadas” y pedirnos que tengamos hijos. Algo parecido hicieron en anteriores ocasiones y les salió mal porque inundamos las calles de violeta. Tampoco en este caso es una cuestión meramente ideológica. Interesa revertir la caída de la natalidad, tener cotizantes que nos paguen las pensiones, pero no a fuerza de políticas de conciliación, permisos parentales y medidas contra la brecha salarial que permitan compaginar trabajo y crianza, como hace el actual Gobierno. Es más rentable y barato, desde el punto de vista patriarcal, que nos dediquemos a parir y nos olvidemos de progresar laboralmente. Y a cuidar, eso también. ¿Para qué queremos una ley de Dependencia bien dotada con un incremento del 60%  si nosotras ya cuidamos? ¿Para qué impulsar la educación gratuita de cero a tres años, como pretendía Pedro Sánchez con sus Presupuestos, si ya están las mamás? ¿Para qué? Sin ese pìlar, el de los cuidados, nuestra sociedad se desmorona. La cuestión es si están bajo el amparo público o en el ámbito privado a cargo de las mujeres.

Para que nos estemos quietecitas, hay que “domesticarnos”, tenernos amedrentadas es útil. Los dictados de la moda, los cánones de belleza y todo el poso cultural en el que nos socializamos contribuyen a reproducir los estereotipos y la diferenciación de roles de los que somos rehenes. Cuesta mucho liberarse de ese corsé en el que nosotras nos llevamos seguramente la peor parte pero del que también ellos son prisioneros. Aunque la peor arma es la violencia machista en sus múltiples manifestaciones, que resulta de todo lo anteriormente citado y, a la vez, es una herramienta de conservación de esa arquitectura social contra la que luchamos desde el feminismo.

Por todo eso vale la pena luchar todos los días y teñir de lila las calles el 8 de Marzo. El próximo viernes, nuestra voz se dejará oír más fuerte que nunca.


CARTA ABIERTA A PABLO CASADO 



Señor Pablo Casado, presidente del Partido Popular,

Por la presente quiero hacerle llegar el sentir de una ciudadana comprometida con la lucha por la igualdad, a la par que representante electa en los comicios generales de junio de 2016. Como mujer, me siento interpelada cuando usted ataca nuestros derechos y libertades proponiendo involucionar hasta 1985, fecha de aprobación de la antigua ley de plazos del aborto. 

Como madre de una mujer muy joven (a la que tuve porque así lo decidí libremente) me estremezco sólo de pensar que mi hija pudiera quedarse embarazada sin desearlo y se viera privada de poder abortar, si así lo quisiera, dentro de las 14 primeras semanas de gestación como establece la ley vigente desde 2010 que ustedes ya pretendieron reformar sin éxito hace unos años. O que no pudiera decidir interrumpir su embarazo hasta la semana 22 si optara primeramente por continuar pero seguir adelante pusiera en peligro su vida o descubriera que el feto padece una grave anomalía o enfermedad. O que tuviera que hacerlo en la clandestinidad, sin garantías sanitarias ni seguridad alguna. Porque eso es lo único que consigue la prohibición del aborto, no acabar con las interrupciones del embarazo, que se continúan practicando igualmente o incluso en mayor medida, sin controles ni garantías para las mujeres. Eso es lo que pasa en todos los países que lo prohíben y lo que ocurría en éste antes de la regulación. Las personas con más recursos, no obstante, no tienen que sufrir. Pueden, si lo desean, votarle a usted con una mano para que les quite a las trabajadoras el derecho al aborto y, con la otra, comprar el billete para viajar a cualquier país extranjero para abortar ellas o sus hijas, como hacían en los lejanos años a los que nos quiere usted devolver.

Como diputada socialista, me enerva que el primer partido de la oposición se entregue en brazos de la reacción machista ante el avance del feminismo y decida seguir los pasos de la ultraderecha filofranquista gracias a la que usted gobierna en Andalucía y aspira a gobernar España entera. Ante la evidencia del avance de las políticas sociales del Gobierno de Pedro Sánchez,  dada la falta de propuestas de los conservadores para sacar adelante el país y sobradamente conocido el gran problema de su partido, atravesado mortalmente por los casos de corrupción que afloran día sí y día también, no tiene otra cosa que hacer que emprenderla con la mitad de la población. Eso y envolverse en la bandera de España, claro. 


Como feminista, no me voy a quedar quieta ni callada. No lo he hecho nunca, nací con la rebeldía en mis entrañas. Nunca me doblegué ante una sociedad que me quería sumisa y en "mi sitio", bajo los mandatos del patriarcado. Voy a defender mis derechos y los de mis hermanas con uñas y dientes, con la palabra y con los hechos, pidiendo a todas las mujeres de este país que, si no quieren volver a los nada añorados por nosotras años setenta, no les voten jamás a ustedes ni a Ciudadanos y, por supuesto, tampoco a la ultraderecha recién llegada a la representación política. 

Como mujer, no consiento que se me tome por tonta. Sus mentiras o posverdades, como está de moda llamar ahora a la tergiversación de conceptos y realidades, tienen las patas cortas. No es verdad que la actual ley del aborto incite a las mujeres a interrumpir su embarazo. Las cifras dicen exactamente lo contrario. Desde la aprobación de la actual ley, vigente desde 2010, hemos bajado en casi 20.000 abortos. Es mentira que se use el aborto cual método anticonceptivo o que haya "barra libre", como usted dice. La regulación es estricta y hay controles y garantías para determinar si hay motivo de aborto más allá de las 14 semanas. Y se informa a todas las mujeres adecuadamente, de hecho deben transcurrir tres días desde que se proporciona esa información hasta que se practica el aborto, así lo determina el artículo 14Es importante que exista un marco legal adecuado como el actual y no lo es menos el restablecimiento, para evitar embarazos no deseados, de una adecuada educación afectivo-sexual y reproductiva que ustedes sacaron de las aulas.   

Como ciudadana, me indigna y hasta me avergüenza que la derecha de este país argumente que hay que dejar de abortar y tener más niños porque, si no, no podremos pagar las pensiones. Y aún más que lo diga tras dedicarse durante los últimos siete años - hasta que les echamos del Gobierno por corruptos- a recortar derechos de las trabajadoras. Su reforma laboral precarizó el trabajo y condenó a millones de mujeres a salarios ínfimos, jornadas parciales no deseadas y aumentó la brecha salarial. No fue la crisis, fue el PP quien hizo eso. La falta de estabilidad laboral, unida a las nulas políticas en pro de la conciliación y la corresponsabilidad, componen un cóctel perfecto para que la natalidad se sitúe bajo mínimos. 

Políticas pensadas para hacer un poco más fácil la vida de las personas, mujeres y hombres, que les permitan plantearse la paternidad y maternidad sin miedo a no poder cuidar de esos hijos por horarios infames, acciones encaminadas a fomentar el empleo digno, subida del Salario Mínimo Interprofesional, equiparación de permisos de paternidad y maternidad, leyes para combatir la brecha salarial y perseguir las desigualdades en las remuneraciones de mujeres y hombres a igual trabajo y responsabilidad, impulso a la red de escuelas públicas de cero a tres años, más recursos para la dependencia, un acuerdo para mejorar las condiciones de las y los autónomos... Todo ello, contemplado por el gobierno socialista y plasmado en los Presupuestos Generales del Estado, sí que contribuye a invertir la peligrosa curva descendente de la natalidad. Pero sus propuestas involucionistas, retrógradas y patriarcales no sirven para nada de lo que dicen perseguir. 


Por si no se acuerda, ya luchamos contra la reforma que pretendía Gallardón, que en 2014 acabó por dimitir tras tirar la toalla. Su partido también renunció a modificar la ley, excepto en lo que se refería a las menores de 18 años. Y la retiró por la oposición dentro incluso del PP y porque las encuestas mostraban el rechazo de la mayoría de la sociedad a esa propuesta. ¿Por qué, entonces, insiste usted en ello, señor Casado? ¿Sus amigos de Hazte Oír, a quienes el ministerio de Justicia acaba de revocar la declaración de utilidad pública por transfobos, le pasan factura por sus apoyos? Sea como sea, advertidas quedan todas las mujeres de este país, para que tomen buena nota cuando sean convocadas a las urnas. 

Hace cinco años, dimos la batalla política y ciudadana en defensa de nuestros derechos, cuando intentaron recortarlos. Y la seguiremos dando. El Tren de la Libertad salió el 1 de febrero de 2014 y continúa en la estación, dispuesto a arrancar cuando sea necesario.