lunes, 7 de noviembre de 2016

7N: UN AÑO DESPUÉS, PEOR AÚN


Hoy, 7 de noviembre, se cumple un año desde que medio millón de personas recorriéramos las calles de Madrid para reclamar el fin de la violencia de género, la erradicación del machismo y el impulso de las políticas y acciones certeras desde el Gobierno para conseguir hacer realidad esos objetivos. Yo estuve allí, junto a miles de mujeres y hombres, jóvenes y menos jóvenes. Ha pasado un año y no seguimos igual, sino que estamos mucho peor. Lejos de poder decir con firmeza y convicción que estamos en el buen camino, que hemos empezado a sembrar y pronto recogeremos la primera cosecha, hemos visto como en materia de violencias de género estamos en un charco cada vez más profundo, en un lodazal que amenaza con convertirse en arenas movedizas capaces de engullir todos los logros que conseguimos durante años mediante el impulso de leyes como las de Igualdad o contra al violencia de género. La falta de recursos económicos, presupuestarios, y de una estrategia concretada en un Pacto de Estado contra el terrorismo machista y las violencias de género hacen temer un futuro muy negro en este terreno. 

La realidad, un año después de aquella manifestación multitudinaria en la que pusimos rabia y rechazo a la violencia e ilusión a partes iguales, arroja un balance catastrófico: La reducción del presupuesto del Estado para combatir la violencia de género no se revierte. Tampoco se mejora la inversión ni las acciones preventivas y educativas, que redunden en una mayor conciencia igualitaria en la sociedad y especialmente entre nuestra juventud. La LOMCE no lo contempla, eliminó una asignatura que contribuía a esa formación en igualdad como era Educación para al Ciudadanía. A la vez, la protección policial a las víctimas de violencia machista sigue cayendo y se sitúa actualmente en la mitad de lo que suponía la valoración de riesgo de violencia en el año 2010, cuando gobernaba aún el partido socialista. 

Ante la ausencia de un Pacto de Estado contra la Violencia Machista, el gobierno sigue contemplando impasible cómo hay hombres que maltratatan y asesinan a mujeres porque parten de un concepto de posesión y de falta de respeto hacia la individualidad y la libertad personal, porque practican una concepción de las relaciones afectivas basada en el patriarcado y el androcentrismo como eje transversal. Y ante nuestros ojos demasiado acostumbrados a las consecuencias de esa concepción del mundo - que no por cotidiana es aceptable - siguen pasando casos de violaciones y agresiones sexuales de las que son víctimas 1'5 millones de mujeres en este país, casi un tercio menores de edad. Toleramos con inusitada falta de indignación la cosificación, el uso del cuerpo de la mujer como reclamo publicitario, así como la prostitución y la trata de seres humanos con fines de explotación sexual

El gobierno central y demasiadas comunidades autónomas poco "motivadas" manifiestan una preocupante falta de acción y decisión. A la vez, una red de municipios en toda España, la mayoría de signo progresista, impulsa acciones para erradicar esa lacra social, manifestación de la violencia de género, que es la compra de servicios sexuales y la explotación de mujeres y niñas con esa finalidad. Hace poco más de un mes se celebró en mi ciudad, Santa Coloma de Gramenet, bajo el auspicio de la alcaldesa Núria Parlon, la primera asamblea estatal de municipios libres de trata. Es el mismo municipio que,como otros sensibilizados por el problema de violencia machista, la combate como puede y con los escasos recursos y competencias de que dispone. El mismo que hoy precisamente empieza un seminario sobre el tema, convencido de que hace falta mucho trabajo para avanzar. Sería hora de que se sumaran esfuerzos y recursos contra las violencias machistas desde otras administraciones que, paradójicamente, reclaman para sí las competencias.

Nos falta todavía, como sociedad, una mayor toma de conciencia, aunque vamos dando pequeños pasos hacia la igualdad. Necesitamos una sacudida del concepto y la organización patriarcal del mundo, de nuestra sociedad. Pero eso no pasará por generación espontánea, sin una firme, decidida y estratégica acción política unida al compromiso social, que incida en la raíz del problema.

Un año después del 7N, en Madrid y a lo largo de toda la geografía española se suceden nuevas concentraciones y manifestaciones, menos multitudinarias que aquella porque se realizan de manera descentralizada, pero no menos contundentes ni resueltas. La resignación no hace avanzar el mundo, sino que es la acción la que motiva el cambio. Como decía hace doce meses en las dos entradas que sobre las movilizaciones del 7N publiqué en este blog, el camino a recorrer es largo, pero ya es hora de iniciarlo. Toca colocarlo en el centro de la agenda política. En las calles y en la conciencia de la ciudadanía afortunadamente ya está calando. 


jueves, 27 de octubre de 2016

"MAMÁ, YA" O EL IVA DE LAS COMPRESAS


Recuerdo un anuncio con cierto halo romántico que mitificaba y a la vez estigmatizaba la menstruación. Una adolescente vestida con camisón y por lo tanto recién levantada, se dirigía a su progenitora mientras soltaba un tajante "Mamá, ya", con pausa dramática incluida. Era el anuncio televisivo, en los primeros ochenta, de una conocida marca de compresas. Ha llovido desde entonces, aunque en esa materia no hemos avanzado demasiado. Ni en la de los estereotipos machistas en los anuncios ni en la que toca al tema de la menstruación.

Su estigmatización sigue siendo evidente. Parece, según plasman muchos anuncios de compresas y tampones, como si la regla fuera algo divertido, azul y hasta transparente, como las nubes. Pues no, señores, no es así. Se trata de un proceso biológico, absolutamente natural e intrínseco a la condición femenina.

La menstruación nos acompaña a lo largo de aproximadamente cuatro década de nuestras vidas, que no es poco, y durante unos 90 días al cabo del año. No son pocas las mujeres que sufren el llamado síndrome premenstrual, o dismenorrea, esto es, molestias y hasta dolores realmente incapacitantes durante sus períodos. Y los estigmas sociales continúan. Desde los disimulos y vergüenzas en el ámbito laboral y social, por la evidente incomprensión que genera, hasta verdaderas losas machistas, como la que atribuye "tener la regla" a las mujeres que muestran algún tipo de enfado o desacuerdo en un momento dado.

Pero, además de todo esto - que daría para otro y para más de un artículo- las mujeres afrontamos un gasto asociado a la menstruación que son todos aquellos artículos de higiene íntima que se usan durante el período. Los tampones, compresas, y salvaslips son artículos de primera necesidad, no se puede prescindir de su uso y su consumo es continuado en el tiempo durante décadas. En cambio, su tratamiento fiscal no se corresponde con lo que en verdad son, bienes de primera necesidad, sino que soportan un IVA del 10%. Lo lógico sería su rebaja hasta el 4%, el tipo superreducido de IVA. Algo que tiene que contar con el beneplácito de la UE para modificar la normativa armonizada. Es en este sentido que camina la iniciativa presentada esta semana por el grupo parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados. Una proposición no de ley que ha resultado aprobada a pesar de los votos en contra del Partido Popular y de la abstención del Ciudadanos. La iniciativa insta también a rebajar al mínimo el IVA de los pañales y el de los preservativos. Mientras tanto podría aplicarse a estos artículos, previo acuerdo de España con Europa, un tipo excepcional del 5%, el mínimo permitido ahora por la UE. Otros países, como Francia o el Reino Unido ya han actuado en este sentido.

Esa jovencita que en los incipientes ochenta decía "Mama, ya" probablemente aún menstrúe, aunque esté a las puertas de la menopausia. Y puede que tenga hijas. Y que todas ellas, juntas, consuman varios paquetes de compresas y tampones al cabo del mes. Un gasto que afrontan aproximadamente 14 millones de mujeres en España.



En este tema, como en muchos otros, debe haber una mirada de género. Si ya soportamos el llamado "impuesto de género" o "tasa rosa" en la versión femenina de productos de consumo habituales y pagamos por ellos hasta un 24% más que los hombres, en el caso de los productos de higiene íntima femenina el agravante tiene que ver con su uso no facultativo y no puntual, sino necesario y prolongado en el tiempo. E indisolublemente asociado al hecho biológico de ser mujer. 

martes, 20 de septiembre de 2016

MADRES SOLAS


Acaba de presentarse en Barcelona el Informe social 2015 de la Fundació Rafael Campalans sobre Adversidad social y desigualdades. Se trata de una colección de artículos que diagnostica y analiza la situación tras la crisis económica y social y las consecuencias- léase pobreza y desigualdad- que permanecen aún, probablemente para quedarse durante mucho tiempo si no nos empeñamos en ponerle remedio. El informe pone en evidencia que aunque en parte estemos dejando atrás la crisis, en el sentido más macroeconómico del término, las consecuencias se quedan, y lo hacen especialmente en los colectivos más vulnerables. Uno de ellos, el de los hogares monomarentales, el 82% de los cuales está encabezado por mujeres.

Los problemas de conciliación, lógicamente más graves en los hogares monomarentales, se unen a los económicos, ya que más de la mitad de las madres solas con hijos a cargo están desempleadas y buena parte de las que tienen trabajo lo tienen de carácter eventual y/o a tiempo parcial. El informe de la Fundación Campalans hace referencia a otro estudio previo de Save the Children en el que se incide en esta problemática y la vincula, como no podría ser de otra manera, con los alarmantes índices de pobreza infantil que se están registrando. Un dato relevante: cuando una madre sola está en paro - recordemos que más de la mitad lo están - la pobreza infantil afecta a 3 de cada 4 niños y niñas. La lenta recuperación de las tasas de empleo beneficia más a la ocupación masculina que a la femenina, ya que de la misma manera que se destruyó más empleo en sectores masculinizados, ahora se recupera también ese trabajo a mayor ritmo. Por eso el riesgo de pobreza es más alto en las mujeres que en los hombres. No digamos ya si pertenecen al colectivo de madres solas...

Estas familias con una sola persona adulta, casi siempre una mujer,  a cargo de uno o más menores, son socialmente más vulnerables: están más expuestas a problemas con la vivienda tales como pobreza energética, acceso a la compra o al alquiler e incluso desahucios. También suelen ser más proclives a enfermedades y a desgaste de su salud mental y física: las crisis de ansiedad y las depresiones afectan a dos de cada diez madres solas. Todo ello, en parte, porque sus redes sociales y de apoyo, su entorno en definitiva, se reduce a la mitad que en el caso de parejas con hijos, con lo que el desgaste emocional y físico es mayor. Tres de cada diez dejan de comprar medicamentos por problemas económicos y casi el 70% reduce los gastos en alimentación.

Otro estudio reciente que analiza la situación de las familias monomarentales, éste de la empresa de recursos humanos Adecco.  Pone de manifiesto que el 53% de las mujeres que encabezan familias monomarentales se encuentra desempleada, frente al 22% general y que la mitad de esas familias viven con menos de 600 euros al mes, mientras que la práctica totalidad de ellas, el 90%, vive con menos de 1.000 euros mensuales. Los hogares monomarentales representan ya cerca de un 11% del total, mientras que hace tres décadas no llegaban al 1%. Estas mujeres responden, en buena parte, a un patrón: una madre de entre 36 y 45 años, divorciada, con estudios secundarios y que generalmente comparte vivienda o ha regresado a casa de sus padres. 

La estadística y los estudios con espíritu analítico no sólo están bien, sino que son imprescindibles para arrojar un foco de luz a la realidad que nos rodea. Pero, lejos de conformarnos, debemos comprometernos y buscar soluciones. Impulsar políticas específicas para este colectivo contribuirá a paliar uno de los efectos más perversos de la crisis y a evitar situaciones de pobreza y exclusión social que tienen un marcado carácter de género, a la vez que rescatamos de esa desigualdad a niños y niñas que son el futuro del país. Políticas que deben pasar por multiplicidad de ámbitos, desde el Ingreso Mínimo Vital y el incremento de la prestación por hijo a cargo, hasta la mejora de la cobertura por desempleo, pasando por políticas activas de empleo que sean reales y efectivas, una ley de igualdad salarial que evite la discriminación por igual trabajo, sin olvidar un plan integral de medidas de conciliación que son necesarias para toda la sociedad y de manera especial para este colectivo. 

lunes, 22 de agosto de 2016

¡FELICIDADES, CAMPEONAS!


Las Olimpiadas de Río 2016 ya son historia. Para el olimpismo español, el medallero arroja un discreto 14º puesto con 17 metales, lejos aún del resultado de Barcelona ´92. Pero podría haber sido mucho peor si la competición se hubiese limitado a las pruebas y los atletas masculinos. Entonces nos hubiéramos tenido que contentar con 8 medallitas de nada, la mitad de las cuales hubiesen sido de bronce. Colombia tiene 8 medallas, y figura en el puesto 23 del ranquing, bastante más atrás que España. 

Digo esto sin acritud, con todo mi respeto y admiración por el deporte masculino. De hecho soy una declarada forofa del Barça, del primer equipo, el que lidera un monstruo del balón como es Messi. Lo que ocurre es que si las mujeres somos la mitad de la población y ganamos más medallas que ellos, más oros y platas que nuestros compatriotas deberíamos ocupar, como mínimo, los mismos espacios mediáticos y obtener el mismo respecto, trato y consideración por parte de la prensa que ellos. Pues no. Si algo ha quedado claro y patente en estas olimpiadas que dejamos atrás es que las columnas periodísticas y los relatos televisivos, radiofónicos, así como, por ende, los elogios en las redes sociales, se los llevan los caballeros. Siempre ellos, ganen o pierdan. Y cuando son ellas las que ganan, es porque hay algún caballerete - léase entrenador- que lo ha hecho posible. 

Lo que está claro es que no podemos pedir peras al olmo. El deporte femenino está considerado, con olimpadas o sin ellas, como si fuera de segunda clase. Cierto es que el público consume mayoritariamente deporte masculino, pero no lo es menos que se habitúa a lo que le dan. Y si es prácticamente imposible ver en televisión y en un canal con audiencia una competición femenina por muy elevada y de calidad que sea (afortunadamente cada vez se prodigan más, pero aún estamos muy lejos de la igualdad), no podemos pretender que el "chip" del periodista deportivo de turno, como el de la persona que está siguiendo los Juegos, cambie de la noche a la mañana, y sea capaz de valorar en su justa medida los logros de nuestras deportistas de élite.

No lo hace porque en su rutina diaria no está acostumbrado - o acostumbrada - a ello, y porque vive en una sociedad que es todavía incapaz - en general- de valorar a las mujeres por sus capacidades físicas e intelectuales y no por sus cualidades físico-sexuales (si es o no sexi, si es más o menos femenina, etc) y/o por sus circunstancias (si está casada o ennoviada, si tiene o quiere tener hijos, si su entrenador es más o menos capaz, si nada como un hombre o si es la reencarnación en versión femenina de un grande del atletismo...) Lo ha constatado un estudio de la Universidad de Cambridge que se ha hecho público coincidiendo con las olimpiadas. Esto último es lo que los medios han destacado de nuestras deportistas. Triste, pero no por ello inesperado, sólo es el reflejo de lo que vivimos día tras día en nuestra sociedad y en nuestros medios de comunicación.

Pero no desesperemos y, sobre todo, no tiremos la toalla. Hay algo que me parece positivo en todo este vergonzante panorama. Nunca, como en estos Juegos Olímpicos, se había hablado tanto y se había suscitado tanta polémica por los titulares machistas reiterados. Porque anteriormente también los había, como digo. La diferencia quizás estribe, por una parte, en que la virtud de las olimpiadas es que suponen un escaparate para todas las disciplinas deportivas, las mayoritarias y las minoritarias. Y en estas últimas nos vemos obligadas a incluir también los deportes de masas cuando las que compiten son mujeres. Por otra parte, la audiencia está afortunadamente cada vez más sensibilizada y tolera menos los insultos y menosprecios de base machista y patriarcal.

Por todo ello, esperemos, confiemos, en que Río 2016 constituya un punto de inflexión, marque un antes y un después en el relato periodístico del deporte femenino en este país y en el mundo en general. Y no sólo eso, deseemos que todos esos titulares dignos de suspenso en cualquier facultad de periodismo sirvan al menos para que la sociedad haga una profunda reflexión sobre el déficit de igualdad que aún la impregna. Y ponga, pongamos entre todas y todos, remedio de una vez por todas. 


miércoles, 20 de julio de 2016

¡QUEREMOS UN PACTO DE ESTADO, YA! 


Sí, queremos, necesitamos, nos urge un Pacto de Estado contra la violencia de género y tiene que ser YA. Esto es insoportable. No podemos, ni queremos, esperar más. Tanto inmovilismo, tanta pasividad del gobierno de Rajoy, resulta insultante y exasperante. Hoy se ha producido un nuevo asesinato machista, esta vez en Benicàssim. Pero ya no es cuestión de dónde, ni siquiera de cuántos. Lamentablemente las cifras se quedan en la obsolescencia con demasiada celeridad. Son muchos los asesinatos, muchas las mujeres víctimas, muchas las asesinadas, más las agredidas, las violadas y las violentadas. Y los casos ocurren en todas partes. Importan, eso sí, las personas, las mujeres que sufren, cada una de ellas con nombre y apellidos.

Pero, con el inmenso drama que todo ello acarrea, lo peor es contemplar la inacción del gobierno en funciones y la del que le precedió, el que estaba en plenas funciones, que es el mismo. El mismo que ha recortado dotaciones presupuestarias para la lucha contra la violencia de género. El mismo que se queda tan ancho al privar al alumnado de una asignatura que educa y previene contra la violencia de género y el machismo, como es educación para la ciudadanía. El mismo que en la LRSAL le quita a la administración más cercana a la ciudadanía, los ayuntamientos, la competencia de asistir a las víctimas del machismo. Lamentable a la par que intolerable.

La violencia de género es un problema que afecta anualmente a unas 700.000 mujeres en España. Ya sé que prometí no hablar de cifras, pero es que es muy grave que ante la dimensión de la tragedia la derecha no haga nada por acabar con este problema con mayúsculas. Digo la derecha y digo bien, porque las y los socialistas impulsamos la ley integral cuando gobernamos y reclamamos y seguimos reclamando desde la oposición que se tomen medidas. Hoy, sin ir más lejos, un día después de constituirse el Congreso de los Diputados, el primer día de facto de andadura de la XII Legislatura ya hemos presentado una batería de quince iniciativas parlamentarias, una de ellas precisamente relativa a la promover un Pacto de Estado contra la violencia de género. 

Decía ayer mi admirado Miguel Lorente, una autoridad en la materia, que está fallando todo en relación con la erradicación de la violencia machista porque los políticos no toman la iniciativa. Tienes toda la razón, Miguel. Estamos ante un problema social de calado sobre todo porque, como bien dices, la sociedad parece no tomarse aún lo suficientemente en serio el tema, no parece consciente de la gravedad del asunto. Las cifras y la reiteración de las noticias sobre estos asesinatos, unido a la frivolidad con que la mayoría de medios abordan el asunto, hacen que corramos el riesgo de acostumbrarnos y darlo por irremediable. Lorente sentencia que lo que tardemos en erradicar la violencia será inversamente proporcional a los medios que pongamos para cambiar la realidad. 

La sociedad debe concienciarse, pero nunca lo hará si sus líderes políticos no actúan. Y eso es lo que nos falta. Porque sólo cuando se actúe empezaremos a ver resultados. Sólo empezaremos a ver un cambio cuando se lleven a cabo medidas decididas como habilitar partidas presupuestarias, recursos en definitiva, destinados a la prevención y a la asistencia de las víctimas; sólo será posible empezar a ver la luz al final del túnel -un túnel que será largo, no vamos a engañarnos- cuando los ayuntamientos tengan a su disposición plenas competencias y un fondo para reforzar esa red de servicios públicos capaz de atender a las mujeres. Únicamente veremos un cambio de actitud en nuestros jóvenes, la claudicación de un machismo rancio que se reproduce generación tras generación, cuando incorporemos a todas las etapas educativas una formación específica en igualdad, educación afectivo-sexual y prevención de la violencia de género. Sólo protegeremos adecuadamente a las víctimas si formamos convenientemente a los magistrados, abogados, forenses y equipos psicosociales que intervengan en los juzgados especializados. 

Algunas y algunos lo tenemos claro. Muchos de los que tenemos responsabilidades políticas somos plenamente conscientes que con hacer balance numérico de las víctimas mensuales o anuales y encogerse de hombros no se resuelve nada. Sabemos que así sólo conseguiremos sentir impotencia y rabia, pero las cifras continuarán al alza. Ahora hace falta que los que han ganado las elecciones y aspiran a continuar gobernando este país se tomen en serio nuestras propuestas y las hagan realidad. Todos, y sobre todo los centenares de miles de víctimas de la violencia de género, saldremos ganando. Ojalá sea así, aunque permítanme dudarlo. Sea como sea, desde mi grupo parlamentario no cesaremos de exigirlo.

martes, 24 de mayo de 2016

EN EL DÍA DE LAS MUJERES POR LA PAZ 


El Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme es una de esas fechas señaladas en el calendario que nos recuerdan la necesidad de reflexionar y analizar determinadas situaciones que, generalmente, están vinculadas a desigualdades y a injusticias. Instituciones y organizaciones comprometidas o cuando menos sensibilizadas aprovechan para lanzar manifiestos, difundir estudios e informes y para visibilizar colectivos que acostumbran a pasar demasiado desapercibidos para los medios de comunicación. Éstos, a su vez, lavan sus maltrechas conciencias hablando por un día de esas personas olvidadas, aunque en la edición del día siguiente pasen de nuevo al anonimato, hasta el nuevo año, hasta el nuevo día internacional de su causa. Causas perdidas, días internacionales encontrados. Eso es así. Dicho lo cual, bienvenidos sean esos días. Porque, si no fuera gracias a ellos, ni siquiera durante unas horas tendrían voz -o al menos foco- determinadas personas que sufren cada día por su opción sexual o política, por su religión o simplemente por haber nacido en un lugar inoportuno o en una familia poco afortunada.

El 24 de mayo se ha institucionalizado como una jornada en la que se analiza el papel de las mujeres en los conflictos armados y situaciones de emergencia humanitaria. Casualidades de la vida, este 24 de mayo de  2016 nos hemos desayunado con la noticia del desalojo del campo de Idomeini y con el desgarrador audio de una enfermera catalana que califica a Europa de asesina porque utiliza gases lacrimógenos contra las personas refugiadas que huyen del horror de la guerra en Siria. Precisamente hoy el eurodiputado socialista Javi López ha registrado una denuncia en la Comisión Europea por el uso de estos gases en el traslado de refugiados desde Idomeini a centros de acogida. 

Según ONU Mujeres - que estos días participa en la Cumbre Mundial Humanitaria- los desastres matan a más mujeres que hombres y el 60% de las muertes maternas ocurren en situaciones de emergencia humanitaria o conflicto armado. Y las niñas tienen 2'5 veces más de probabilidades de no estar escolarizadas en países afectados por conflictos que en los que no lo están. Sobradamente conocido es el uso cada vez más frecuente de los abusos sexuales y todo tipo de violencia contra las mujeres como arma de guerra, como represalia hacia la población civil en zonas de guerra o simple y llanamente como método de "desahogo" de la tropa, sea ésta ejército atacante o incluso, en demasiadas ocasiones, tropas de interposición o de salvamento humanitario. En los campos y en los periplos de las mujeres que huyen de sus países en guerra ocurren estas agresiones. Ellas, sobre todo las que viajan solas, son víctimas de las mafias y trata de personas, como lo son los niños y niñas. Lo sabemos, lo saben los organismos internacionales, pero continúa pasando cada día. 

El pasado mes de octubre se cumplieron quince años de la aprobación de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, que dio inicio a la conocida como agenda sobre mujeres, paz y seguridad, integrada por ocho resoluciones del Consejo de Seguridad. Pasados más de tres lustros, las organizaciones de mujeres destacan los escasos avances que se han producido y, sobre todo, la falta de compromiso de los gobiernos, que deberían articular estrategias para la construcción de la paz desde una perspectiva de género. Y es que la inclusión de las mujeres en la acción humanitaria redunda en beneficios para toda la comunidad. 

Una vez más, la asignatura pendiente es la de dar voz a las mujeres en un tema tan trascendente como la consecución de la paz y el desarme. También la de visibilizar a las que trabajaron y trabajan para conseguirlo. Nombres conocidos como Rosa Parks, Rigoberta Menchú o las Mujeres de Negro son sólo algunos de los muchos que deberían figurar en lugar destacado en los manuales escolares. Y, por supuesto, es extremadamente urgente que los gobiernos y ese "ente" llamado comunidad internacional velen por las condiciones de vida de las mujeres en los conflictos armados y en las situaciones de emergencia. Por dignidad, por humanidad y por justicia. No hay excusas que valgan.




lunes, 25 de abril de 2016

BEIJING, 20 AÑOS DE LA CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE LA MUJER 


El pasado mes de septiembre se cumplieron 20 años de la celebración de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer organizada por la ONU en la ciudad china de Beijing. Se han encontrado a faltar en estos últimos meses los tan recurrentes como necesarios análisis y balances sobre cómo y dónde estamos las mujeres pasadas dos décadas de tan crucial encuentro. Uno de los balances más interesantes lo llevó a cabo el viernes 22 de abril la Fundació Campalans, think tank del socialismo catalán, y la Fundación Europea de Estudios Progresistas. Una jornada muy interesante con puntos de vista diversos y complementarios. Una jornada para evidenciar que nos queda mucho camino por recorrer y para poner en valor el que ya hemos recorrido, no sin esfuerzo y lucha denodada.

En algunas cuestiones, como la tasa de actividad femenina, España estaba tan atrasada hace 20 años que el avance ha sido significativo. Así lo dejó claro en la jornada del viernes María Isabel Rodríguez, consultora de Abay Analistas. La mala noticia es que tras cuarenta años de progresión positiva, la tasa de actividad femenina  ha caído por vez primera en este país y lo ha hecho "gracias" a las políticas retrógradas del PP en materia de igualdad y, por supuesto, en materia laboral y social. 


En otros aspectos, como los que conciernen al ámbito privado y doméstico, a la organización del tiempo de trabajo y de dedicación a las tareas del hogar y al cuidado de niños y personas dependientes, estamos aún a años luz de lo establecido en la Declaración de Beijing. Si esos ámbitos no experimentan una progresión paralela al que hemos visto en los últimos años en el ámbito público,  especialmente en el laboral, éste frenará su progresión, es inevitable y además ya lo estamos viendo y padeciendo. Tampoco vemos la luz al final del túnel en cuestión de violencia de género, más allá de una creciente toma de conciencia social y un abordaje más integral, pero falta todavía el compromiso firme de poderes e instituciones.

Más allá de nuestro país - no olvidemos que la de Beijing fue una conferencia mundial y como tal abarcaba aspectos transnacionales- las violaciones y vejaciones a mujeres y niñas en situaciones de guerra continúan siendo el pan de cada día y, cada vez más, un arma de guerra en sí misma. El drama de las mujeres refugiadas constituye una vergüenza añadida a la actitud inhumana de Europa en esta cuestión. Y en todas partes la pobreza sigue teniendo rostro de mujer porque no se han habilitado las medidas necesarias para remediarlo. 

El debate del viernes fue especialmente rico al abordar temas que cada vez están más sobre la mesa y que no están exentos de controversia. Uno de ellos, quizás el que más, el de la prostitución. Las posiciones claramente abolicionistas del partido socialista no las comparten, lamentablemente, otras formaciones que se dan en llamar "de izquierdas" pero que, como apuntó la antropóloga Ana de Miguel, están al servicio, queriéndolo o no, del neoliberalismo y del capitalismno más salvaje. Bueno es que lo tengamos en cuenta y mejor aún que cada vez sean más los países que se anoten el tanto de la abolición como solución a la que se ha dado en llamar, porque lo es, esclavitud el siglo XXI.

Al hablar de derechos de las mujeres estamos hablando de derechos humanos. Esto, que a ojos de hoy podría parecer una evidencia, lo dejó claro la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. María Dolors Renauex presidenta de la Internacional Socialista de Mujeres, se preguntaba por qué motivo Naciones Unidas no se ha planteado a estas alturas una nueva edición de la Conferencia Mundial sobre la Mujer, y ella misma se contestaba: "Por algo será". Aquel compromiso con los derechos de las mujeres dista mucho de ser realidad pasados más de 20 años. Por eso debemos seguir reivindicando y luchando, de manera individual y colectiva, desde la política y desde la sociedad civil. Porque, como ha dicho Ranjana Kumari, una de las asistentes a la Conferencia de Beijing, "tenemos que cumplir las promesas que hicimos a nuestras hijas mientras cantábamos canciones de victoria y bailábamos". Celebremos, pues, los avances, no caigamos en el catastrofismo y trabajemos sin desfallecer porque Beijing fue un punto sin retorno, cambió las vidas y las miradas de todas las mujeres que participaron en la Conferencia Mundial y pretendió cambiar también las del resto del mundo. No defraudemos tan noble propósito.








miércoles, 30 de marzo de 2016

EL FALSO DEBATE SOBRE LA PROSTITUCIÓN

El anuncio de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que el gobierno municipal estudia la regulación de la prostitución en la Ciudad Condal ha provocado no pocos posicionamientos y manifiestos en contra, tanto por parte de colectivos y asociaciones feministas como de líderes políticos, la mayoría alcaldesas socialistas. No es para menos. Tamaña barbaridad sólo puede partir de una ignorancia supina sobre el asunto en cuestión o de la frivolidad más irresponsable. A cuál peor. 

Los partidarios de la legalización de la prostitución parten de la premisa tramposa de que debe ser permitida en tanto en cuanto quien la ejerza lo haga de manera libre y voluntaria. craso error. Esa es la formulación repetida como un mantra por un grupo reducido y hasta cierto punto exclusivo de personas que defienden a capa y espada su opción de ejercer la prostitución desde la libertad individual u como una profesión harto lucrativa, incluso mucho más digna que otras, como por ejemplo el servicio doméstico o la limpieza. Esa defensa ha sido difundida por la mayoría de medios de comunicación sin ningún pudor y con evidentes intereses económicos, no olvidemos el lucro que generan los anuncios de prostitución.

La realidad es, en cambio, muy distinta. la verdad que se esconde tras la prostitución, en un porcentaje abrumador de los casos, son las mafias, la trata de personas -mujeres mayoritariamente, pero también niñas y niños-, la esclavitud y el sometimiento y la vejación de esa gente que algunos y algunas nos quieren hacer creer que son libres y ejercen un oficio como cualquier otro. 


Hay aún otro análisis, el de la igualdad de género, que no debemos perder de vista en esta falsa discusión sobre la necesidad de legalizar o perseguir la prostitución. Para situarnos en esta óptica, debemos considerarla como lo que es: una forma, de las más brutales, de violencia contra las mujeres y una perpetuación de la dominación patriarcal que sí, es cierto, hace mucho que se ejerce, pero que no por ello debemos resignarnos a su continuación. Hace unas décadas, unos años incluso, casi nadie condenaba, ni privada ni públicamente, la violencia de género. Ahora, aún lejos de erradicarla, intentamos combatirla y la condenamos enérgicamente y de manera explícita. De la misma manera, debemos desterrar toda tentación de legalizar la prostitución. La sociedad con la que muchas y muchos soñamos y por la que luchamos a diario no es una sociedad en la que nuestros niños y adolescentes crezcan pensando que son superiores a las niñas porque cuando sean mayores podrán pagar por poseerlas físicamente. No es una sociedad en la que las jóvenes con menos recursos tengan que plantear la prostitución como una opción normalizada, social y legalmente aceptada. 

Ni como mujeres, ni como feministas ni como personas de izquierdas podemos ni debemos ceder ante trampas tendidas por el patriarcado y por la ideología neoliberal que no pretende otra cosa que mercantilizar el cuerpo de las mujeres. Por eso, precisamente, sorprende que lo hagan algunas representantes de la izquierda y, aún, de la autodenominada "nueva política". Es evidente la necesidad de perseguir a los proxenetas - que no a las mujeres a las que prostituyen- así como a los clientes, a los que debemos condenar socialmente de la misma manera que lo hacemos con los que ejercen violencia de género.

Hay diversos países que ya han experimentado los efectos tanto de la legalización de la prostitución como de su abolición. Holanda y Alemania optaron por la primera y ha resultado un auténtico fracaso: las desigualdades de género y de clase se han hecho más profundas, la persecución de las mafias se ha convertido en un reto complicado y muchas mujeres demandantes de empleo se han encontrado en los servicios de ocupación con ofertas para ejercer como prostitutas. Patético. Otras sociedades como la sueca, en cambio, han visto como fructificaba su opción de combatir la prostitución, acompañada de medidas sociales y de inserción laboral para las mujeres que la ejercían. En Suecia, un 60% de esas mujeres han podido cambiar de actividad, el tráfico de personas con fines de explotación sexual casi se ha erradicado y las mafias han dejado de actuar en el país, sencillamente porque ya no ven negocio allí. El Parlamento Europeo, por su parte, desaconseja a todas luces la legalización porque considera que sólo beneficia a las mafias y a los proxenetas. 

¿A qué jugamos, entonces? ¿Por qué desde algunos sectores, entre ellos algunos supuestamente progresistas, se insiste en que la legalización o incluso la regularización, son medidas a considerar? ¿Por qué se apela continuamente al derecho a elegir libremente cuando sabemos, como bien dice Ana de Miguel, que no es más que un mito? ¿O es que, si mañana alguien desesperado y sin recursos decide someterse a esclavitud para sobrevivir lo aceptaremos también con el argumento de que lo hace libremente? ¿Permitimos acaso la poligamia porque los y las participantes en ella digan que se someten voluntariamente?Afortunadamente hay voces lúcidas que apelan a la abolición de la prostitución, como las de las alcaldesas del entorno de Barcelona Núria Parlon, Núria Marín, Lluïsa Moret y Mercè Conesa, quienes junto con la de la vicepresidenta del Movimiento Democrático de Mujeres, Cristina Simó, han firmado un artículo en contra de la iniciativa de Ada Colau. O las de los impulsores y los firmantes del manifiesto Zero Macho, un colectivo de hombres que va en la misma línea que las alcaldesas. Confiemos en que no esté lejano el día en el que nos miremos en Suecia y abominemos de otros modelos fracasados. Ojalá.







martes, 8 de marzo de 2016

ANTE EL 8 DE MARZO: DESTERRANDO EL PATRIARCADO

Definía Kate Millet el patriarcado (La política sexual, 1970) como un sistema de poder interpersonal por el cual el hombre individual domina a la mujer individual. Casi medio siglo más tarde aún no hemos resuelto los conflictos provocados por el patriarcado y continuamos dedicando días como este 8 de marzo a la reivindicación de la igualdad y de los derechos de las mujeres. Derechos que se han alcanzado, en su mayoría, en el marco legislativo pero que no tienen su aplicación práctica en la realidad cotidiana.

Un buen análisis de la situación actual de las mujeres en el mundo y del daño que el dominio del patriarcado continúa haciendo a la igualdad no debe excluir en ningún caso la contraposición y la relación entre las esferas pública y privada. Son muchos los estudios que comparan la situación de las mujeres respecto de los hombres en relación con el mundo laboral, el educativo, su representación en los medios de comunicación, el empoderamiento femenino, etc. Las conclusiones suelen ser que aún nos falta mucho camino por recorrer para conseguir la plena igualdad, la igualdad real entre los dos sexos. Pero quizás nos fijamos poco en la responsabilidad que en ello tiene la división de roles en el ámbito privado. Cambiar definitivamente el contrato privado, ese que marca la diferencia de roles entre mujeres y hombres de puertas adentro de nuestras casas es fundamental para avanzar en la igualdad, porque esa distinción entre "cosas de hombres y de mujeres", que existe aun más de lo que nos parece en la casa de cada cual, tiene después su traslación al ámbito público, a lo que ocurre en la calle o en los lugares de trabajo.  

La brecha salarial es una evidencia y no cabe duda de que en buena medida a las mujeres se les paga menos porque se considera al trabajo femenino como secundario y complementario del de sus parejas masculinas. Sólo así podemos entender que algunos empresarios continúen buscando subterfugios como complementos salariales inverosímiles para pagarles más a ellos por igual trabajo. Esas mujeres que cobran menos son las mismas que cuando llegan a sus hogares son víctimas de la doble jornada y esclavas de las tareas de cuidado de personas a "su cargo". Las mismas que ponen la tele y se ven representadas como las responsables de limpiar su casa o de hacer la compra, sin olvidarse de estar estupendas para ellos, que son los que conducen los mejores coches.  

Esas mujeres que cobran hasta un 25% menos que sus compañeros ven penalizada en el ámbito laboral su dedicación al ámbito privado porque en muchos casos se ven abocadas a un contrato parcial o a la intermitencia en el trabajo. Acabar con el tan manido "techo de cristal" no es únicamente cuestión de leyes, que también, sino que necesita de un nuevo contrato privado entre mujeres y hombres. Y eso no sucederá mientras el patriarcado hunda sus raíces en nuestra sociedad.

Son numerosos en nuestro día a día los ejemplos de machismo, incluso de micromachismos, esos gestos cotidianos que suelen pasar desapercibidos - especialmente por ellos, evidentemente, porque los naturalizan -  pero que minan nuestros derechos como mujeres. Últimamente han aparecido algunos videos que ironizan con bastante acierto sobre estas situaciones, muchos de ellos ponen frente a un espejo a los hombres en situaciones que no resisten el cambio de protagonista: nos parecen "normales" cuando nos suceden a las mujeres pero resultan ridículas o sencillamente imposibles cuando les ocurre a ellos. Algo pasa, y está claro que debe dejar de pasar de una vez por todas.

La cultura del patriarcado es extensa y profunda y actúa transversalmente. Lo hace, además, de forma cada vez más sibilina, con una marcada tendencia hacia la corrección política. El machismo es como la energía, ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Es cuestión de supervivencia. Por eso debemos atacarlo en sus raíces más profundas, sólo así lo destruiremos y daremos paso a una sociedad efectivamente igualitaria. 


 

viernes, 12 de febrero de 2016

RECUPEREMOS EL MINISTERIO DE IGUALDAD


La actividad parlamentaria se va activando semana a semana en el Congreso de los y las Diputados/as (por cierto, quizás deberíamos plantearnos en serio aplicar el lenguaje no sexista ni excluyente a la terminología institucional) El miércoles, 10 de febrero, quedó constituida formalmente la Comisión de Igualdad, de la que formo parte como vocal. Tenemos mucho trabajo por delante, qué duda cabe. Empezando por el Pacto institucional, social y político contra la violencia de género. Esa lacra contra la que no debemos ni podemos resignarnos y para la que sabemos que existen soluciones que darán tarde o temprano frutos. Seguramente no serán inmediatos, la tarea es ardua pero, precisamente por eso, cuanto antes la iniciemos, antes obtendremos réditos. Lógicamente, la Comisión Parlamentaria de Igualdad trabajará en muchos otros campos, como anunció su presidenta, la socialista Pilar Cancela: igualdad salarial, conciliación y usos del tiempo, visibilidad de las mujeres y su representación en los medios de comunicación, así como un largo etcétera. 

Esta semana se ha producido algo tanto o más importante que la constitución de esa comisión parlamentaria. El líder socialista, Pedro Sánchez, quien ha aceptado la propuesta de procurar constituir un nuevo gobierno, anunció ayer que quiere recuperar el Ministerio de Igualdad. Es básico que todos los temas relacionados con igualdad y género se impulsen desde un ministerio específico. Sobre todo porque sólo desde la especialización, y no es una paradoja, se puede conseguir que éste sea un tema presente en todas las acciones de gobierno. Y únicamente desde la transversalidad en la acción política se camina de verdad hacia la plena igualdad. Si nadie vela permanentemente por los intereses del cien por cien de la población, la inercia del día a día hace que todo el mundo tienda a tener poco presente, si no a olvidar, la mitad que constituimos las mujeres. Esa es la esencia y el producto de la sociedad patriarcal en la que vivimos, mal que nos pese.

Todas estas acciones constituyen buenas nuevas para las mujeres y para todas aquellas personas que creemos en la igualdad de género y que luchamos día a día por conseguirla. Cada vez somos más, hombres y mujeres, los y las que tenemos esa como una de nuestras banderas. Algunas tenemos incluso el honor y el privilegio de hacerlo desde lugares donde somos portavoces de la voluntad popular. El recientemente constituido Congreso de las personas Diputadas está cerca de la paridad. Las diputadas somos un 41% de la cámara, un récord que confiemos que se bata de nuevo en la siguiente legislatura.

En esa lucha diaria nos precedieron otras mujeres. Todo comenzó en 1931. Clara Campoamor, una de las tres diputadas en el Congreso, pronunció el histórico discurso que tanto ayudó a conseguir, ese mismo año, el sufragio femenino, que cristalizó en 1933 en las primeras elecciones en las que las mujeres ejercieron su derecho a voto. Tres años más tarde Federica Montseny se convirtió en la primera mujer Ministra en España y pionera en Europa. Aún trascurrieron unas décadas, superado el Franquismo, para que en 1977 la mesa del Congreso registrara por primera vez la presencia de una mujer, y sólo más de veinte años después, en el 2000, una mujer presidió el Congreso. 

Soy, somos, herederas de esas políticas feministas pioneras de los años treinta del pasado siglo a las que deberíamos tener mucho más presentes. Recogemos el legado de Campoamor para avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria, para recuperar lo perdido en estos últimos años de rodillo neoliberal caracterizado por acciones contrarias a los derechos de las mujeres. Lo haremos con mucho menos mérito que Clara, eso por supuesto. Los tiempos son complicados pero ahora somos muchas más y tenemos muchísimo más respaldo social y político que el que ella tuvo. Pero nosotras lo haremos. Otras, pueden también y no lo hacen.











lunes, 1 de febrero de 2016

YO ESTUVE EN EL TREN DE LA LIBERTAD


Hoy se cumplen dos años de la multitudinaria manifestación del Tren de la Libertad. Miles de mujeres y de hombres nos manifestamos aquel sábado 1 de febrero de 2014 desde Atocha hasta los alrededores del Congreso de los Diputados reclamando el mantenimiento del derecho al aborto. La iniciativa partió de un grupo de feministas de Gijón que decidieron movilizarse contra la intención del gobierno del PP, y en particular del entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, de reformar la vigente Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo.

A aquella primera iniciativa de las feministas asturianas se sumaron numerosos grupos de mujeres de toda la geografía española, así como partidos políticos progresistas, liderados por el partido  socialista, y sindicatos.  El resultado fue una marcha histórica que consiguió frenar la embestida del PP contra el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, sobre su maternidad. Frenó un intento de devolvernos a las cavernas, de trasladarnos en el túnel del tiempo hasta otros tiempos en los que ni estaba permitida la contracepción ni, por supuesto, el aborto. Tiempos en los que las mujeres acudían al mercado negro para conseguir anticonceptivos y en los que, las que podían, viajaban a Londres para evitar la progresión de un embarazo en absoluto deseado. Otras perecían en el intento o sufrían graves consecuencias físicas y psicológicas al someterse a abortos clandestinos. Hasta ahí nos quería conducir el PP, pero luchamos denodadamente y conseguimos frenarlo.    

Aquel fue un triunfo importante, pero parcial. El partido en el gobierno no cejó en su empeño de reformar uno de los aspectos de la Ley que impulsó el presidente Zapatero en 2010 y les arrebató a las jóvenes de 16 y 17 años la potestad de decidir por sí mismas si querían seguir o no adelante con sus embarazos. Si eso no fuera suficientemente grave - y a pesar de que Gallardón acabó dimitiendo y que el ministro de Educación, no menos cuestionado, también fue relevado en el cargo- el gobierno de Rajoy recortó tanto como pudo la inversión en programas de educación y prevención de embarazos no deseados y acabó con la asignatura de Educación para la Ciudadanía. En definitiva, demostró que había cedido de buen grado a las presiones de la Iglesia católica y de las organizaciones provida que tantos favores en forma de manifestaciones contra el gobierno Zapatero les había hecho cuando el PP estaba en la oposición. Ni más, ni menos. 

Pasados dos años, revisando el impacto de aquella manifestación y revisionando el magnífico documental realizado por un grupo de cineastas, llego a varias conclusiones y experimento un regusto agridulce: 

1) Se puede decir que lo logramos, que hubo un antes y un después de aquella macha del Tren de la Libertad. Seguramente por eso nos animamos hace unos meses, el 7 de noviembre de 2015, a participar en otra marcha no menos multitudinaria, un clamor que recorrió las mismas y madrileñas calles, esta vez para exigir un Pacto de Estado contra las violencias machistas.  

2) A las mujeres se nos sigue infantilizando, se nos trata como a seres inferiores que debemos ser tutelados por los hombres y por el Estado. De otra manera, y por muy de derechas que sea un gobierno, no cabe en la cabeza semejante ofensiva contra unos derechos adquiridos desde hacía tanto tiempo y que buena parte de la sociedad consideraba no sólo asentados sino indiscutibles. Por la misma lógica se entiende, que no se comprende, que cueste tanto tomar medidas serias contra la violencia de género y que la sociedad tarde tanto en reaccionar contra el terrorismo machista.

3) Constatamos que la repercusión mediática de aquella macromanifestación no fue la justa ni la debida. Cualquier otra causa de tamañas dimensiones, sin ni siquiera incidir en la mitad de la población española como era el caso, hubiese acaparado muchos más titulares, portadas y aperturas de noticiarios que lo que consiguió aquel Tren de la Libertad. Lo mismo podemos decir de la repercusión del 7N de 2015. Ergo, los arquetipos patriarcales siguen asentados en las redacciones de los medios, mal nos pese. Lo sabemos y debemos combatirlos, es una cruzada imprescindible para conseguir una sociedad más igualitaria. 

4) No podemos ni debemos bajar la guardia. Las mujeres y los hombres que creemos de verdad en la igualdad somos muchos y muy combativos. Y tenemos el deber de contagiar al resto de la sociedad que permanece adormecida por el letargo patriarcal. Tenemos un compromiso. Unos y otras lo ejercen desde la sociedad civil, desde asociaciones de todo tipo. Otras y unos simplemente desde su compromiso individual. Y otras y otros, como es mi caso, desde el compromiso político firme y decidido. 

La lucha continúa y bebe de las fuentes de días históricos como aquel 1 de febrero de 2014. Para mí es una satisfacción poder decir que yo estuve allí