miércoles, 30 de mayo de 2018

LOS ACUERDOS HAY QUE CUMPLIRLOS, MINISTRA MONTSERRAT



El Pacto de Estado en materia de Violencia de Género tendrá finalmente la dotación de 200 millones de euros comprometida para este año.  Lo ha conseguido la fuerza del movimiento feminista, de todas las mujeres y hombres que salieron a la calle en numerosas ocasiones, pero especialmente el 8 de marzo y el pasado 16 de mayo. Y también, en sede parlamentaria, el tesón del partido socialista, que ha obligado al Gobierno del PP a suscribir este necesario acuerdo.

El Partido Popular sólo quiso hacerse una fotografía, únicamente se sentó y acordó con el resto de grupos parlamentarios el Pacto de Estado porque se vio contra las cuerdas y en minoría. El PSOE urgía a la necesidad de ese acuerdo ya desde 2014, pero no quebró la impasividad del Gobierno hasta que éste se vio en minoría.

Pero, llegado el primer año en que debía reflejarse el acuerdo en los Presupuestos Generales del Estado, la ministra Dolors Montserrat no se mostró dispuesta a cumplir lo que su grupo parlamentario había aprobado en el Congreso de los Diputados.  El grupo socialista instó, ya en el mes de enero, a que se diera cumplimiento a ese compromiso y antes de terminar 2017 pedimos al Ejecutivo que dispusiese un crédito extraordinario, en previsión de que los presupuestos se prorrogasen por un tiempo incierto. Pero no lo hizo, no hizo nada.

Las mujeres que sufren violencia machista no pueden esperar, no pueden estar a merced de la pesada y trasnochada maquinaria ideológica de la derecha a la que, no sin mucho esfuerzo, conseguimos arrancar acuerdos para que luego se dedique a atascarlos. Pero tampoco puede atender las dudas y vaivenes de una izquierda que se las da de nueva y más feminista que nadie pero que sólo contribuye a la gesticulación, sin ningún tipo de proactividad. La sociedad ya no tiene más paciencia, ni nosotros tampoco.
El compromiso del partido socialista al movimiento feminista se materializó, en cambio, desde el minuto uno, en propuestas e iniciativas, supliendo a un Gobierno que ni quiere ni sabe, ni quiere saber. Presentados los Presupuestos Generales del Estado e iniciada su tramitación en el Congreso, comprobamos que el PP había reducido el compromiso del Pacto de al menos 200 millones de euros para este año a tan sólo 80 millones, los correspondientes a las competencias del Gobierno. Ante tamaña burla, presentamos dos enmiendas, una de veinte millones de euros para el desarrollo de los acuerdos del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género desde la proximidad, esto es, desde los ayuntamientos. Y otra por valor de cien millones para transferencias con destino a las Comunidades Autónomas. Faltaban nada más ni nada menos que 120 millones.

A finales de la semana pasada supimos que el PP había pactado una nueva migaja presupuestaria con los partidos que les prestan apoyo para aprobar las cuentas. Cincuenta millones más, pero continuaban faltando otros setenta. Nuevamente, tratando a las mujeres y abordando un problema de Estado como es la violencia machista como si de una cuestión residual se tratara. Nuevamente incumpliendo lo pactado.

Esta semana, al borde de la aprobación del presupuesto, el PP se ha visto cercado, acorralado por la presión y la negociación del grupo socialista con el resto de grupos del arco parlamentario. Ante la soledad, escoge pacto. Pero sabemos que continúa sin convencerse, sin querer.

A partir de ahora, la lucha continúa. Entre otras cosas, deberemos afrontar de inmediato, tras la aprobación de los presupuestos, las condiciones de las transferencias que desde el Gobierno de Rajoy se harán a las Comunidades Autónomas y a los ayuntamientos, para que ejecuten la parte del Pacto de Estado que es de su competencia. No vale, como ha ocurrido con otras partidas en ejercicios anteriores, que jueguen con la imposibilidad de su ejecución porque estamos ya a mitad de año. Y resta un paquete de reformas legales muy importante, todas ellas contempladas en el Pacto. Algunas ya las tiene sobre la mesa el Congreso, en forma de Proposiciones de Ley registradas por el partido socialista.

Sabemos  que nos queda un largo camino por recorrer. Una senda que será complicada para las mujeres y para la lucha contra el machismo, especialmente contra la violencia machista. Y somos conscientes, debemos serlo todas y todos, de que ese recorrido será mucho más tortuoso mientras al mando esté el PP apoyado en Ciudadanos y otros partidos sin ideario feminista. Aun así, nos tendrá enfrente y vigilantes.

Artículo publicado en El País, conjuntamente con Carmen Rocío Cuello, portavoz del Grupo parlamentario Socialista en la Comisión de Seguimiento del pacto de Estado sobre Violencia de Género del Congreso.

martes, 29 de mayo de 2018

YA NO NOS CALLAMOS


Las mujeres hemos decidido que ya no pasamos ni una. Que ya estamos hartas de tanto machismo rancio. Que atrás quedaron los tiempos de la espera, los pasos hacia adelante discretos y las condescendencias. El 8 de marzo de este año fue un punto de inflexión, sin duda, pero tras ese día hemos vivido otros en los que la expresión de la indignación femenina se ha traducido en manifestaciones en las calles y en intercambios dialécticos en las redes.


No han faltado las opiniones, tan airadas y elevadas de tono como ignorantes, de personajes y personajillos que hacen gala, sin reparos ni vergüenza, de su rancio machismo. Eso sí, disfrazado casi siempre de razonamiento democrático indignado.  Una de las últimas muestras ha sido la de Francesc de Carreras, catedrático de Derecho, antiguo militante del PSUC e impulsor del "Manifiesto por un nuevo partido político", génesis de Ciudadanos. Antes tuvimos que aguantar muchas otras, como la del Premio Nobel Vargas Llosa, o la del también cofundador de Ciudadanos Arcadi Espada. 

No voy a entretenerme ni en enumerar a todos esos posmachistas -como diría mi admirado Miguel Lorente- ni mucho menos en reproducir sus exabruptos. Sobre todo porque están publicados y porque no aportan nada al verdadero debate sobre el papel que las mujeres exigimos tener en la sociedad actual. Pero también porque la auténtica protagonista del cambio que estamos viviendo es la calle, que se ha llenado de mujeres, y afortunadamente cada vez más hombres, gritando "igualdad y justicia" cuando se ha producido una sentencia impresentable como la del caso de violación múltiple conocido como el de "la manada". O como ocurrirá en unos días, el 16 de marzo, con motivo del incumplimiento del gobierno del PP con los acuerdos del Pacto de Estado de Violencia de Género.

No tengo la menor duda de que este fenómeno - que empezó a cuajarse hace ya unos años, el 1 de febrero de 2014, cuando la gran oleada feminista salió a las calles en el Tren de la Libertad- figurará en los libros de historia. Esos mismos libros que hasta el momento han silenciado la voz y el protagonismo de las mujeres en el curso de la Humanidad. Porque esa será una de las cosas que cambiaremos: tenemos que ser y seremos protagonistas a partes iguales que los hombres.

Lo que está ocurriendo en el momento y en la sociedad actual, en muchos lugares del mundo, pero de manera muy especial en España, no es una manifestación de supremacismo, no es dogmático ni tiene nada de identitario. Por más que algunos y algunas se empeñen en comparar, aunque sea metafóricamente, el nacionalismo y aún el independentismo con el feminismo o con el maltrato machista. Uno y otro tienen que ver entre sí lo mismo que la sal y el azúcar. El feminismo defiende y lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, por los derechos humanos en definitiva. Y es por definición internacionalista. Y, si no lo es, no es tampoco feminismo. De la misma manera que las y los socialistas no entendemos nuestra ideología fuera del feminismo. El machismo que señala esa analogía sí es, en cambio, supremacista, entendido éste como la creencia o doctrina que señala que un grupo determinado -en este caso los hombres por el solo hecho de serlo- es superior a otro, en el caso que nos ocupa, las mujeres. 

La sociedad, toda ella, también los hombres que se aferran al antiguo régimen, el del reinado del machismo y la subyugación de las mujeres, tiene que digerir que ya estamos en otro momento. Un momento en el que la mitad de esa sociedad ya no acepta otra cosa que no sea un trato en plena igualdad. Que no tolera nada que no sea la mitad de todo. No porque se lo quieran dar o no, sino porque es suyo, porque es nuestro. Que no consiente que le pisoteen sus derechos, que son derechos humanos. Y que todo eso ha pasado de ser una reivindicación a ser una exigencia. A ver si nos vamos enterando.

Post publicado en Tribuna Feminista el 11 de mayo de 2018