martes, 8 de marzo de 2016

ANTE EL 8 DE MARZO: DESTERRANDO EL PATRIARCADO

Definía Kate Millet el patriarcado (La política sexual, 1970) como un sistema de poder interpersonal por el cual el hombre individual domina a la mujer individual. Casi medio siglo más tarde aún no hemos resuelto los conflictos provocados por el patriarcado y continuamos dedicando días como este 8 de marzo a la reivindicación de la igualdad y de los derechos de las mujeres. Derechos que se han alcanzado, en su mayoría, en el marco legislativo pero que no tienen su aplicación práctica en la realidad cotidiana.

Un buen análisis de la situación actual de las mujeres en el mundo y del daño que el dominio del patriarcado continúa haciendo a la igualdad no debe excluir en ningún caso la contraposición y la relación entre las esferas pública y privada. Son muchos los estudios que comparan la situación de las mujeres respecto de los hombres en relación con el mundo laboral, el educativo, su representación en los medios de comunicación, el empoderamiento femenino, etc. Las conclusiones suelen ser que aún nos falta mucho camino por recorrer para conseguir la plena igualdad, la igualdad real entre los dos sexos. Pero quizás nos fijamos poco en la responsabilidad que en ello tiene la división de roles en el ámbito privado. Cambiar definitivamente el contrato privado, ese que marca la diferencia de roles entre mujeres y hombres de puertas adentro de nuestras casas es fundamental para avanzar en la igualdad, porque esa distinción entre "cosas de hombres y de mujeres", que existe aun más de lo que nos parece en la casa de cada cual, tiene después su traslación al ámbito público, a lo que ocurre en la calle o en los lugares de trabajo.  

La brecha salarial es una evidencia y no cabe duda de que en buena medida a las mujeres se les paga menos porque se considera al trabajo femenino como secundario y complementario del de sus parejas masculinas. Sólo así podemos entender que algunos empresarios continúen buscando subterfugios como complementos salariales inverosímiles para pagarles más a ellos por igual trabajo. Esas mujeres que cobran menos son las mismas que cuando llegan a sus hogares son víctimas de la doble jornada y esclavas de las tareas de cuidado de personas a "su cargo". Las mismas que ponen la tele y se ven representadas como las responsables de limpiar su casa o de hacer la compra, sin olvidarse de estar estupendas para ellos, que son los que conducen los mejores coches.  

Esas mujeres que cobran hasta un 25% menos que sus compañeros ven penalizada en el ámbito laboral su dedicación al ámbito privado porque en muchos casos se ven abocadas a un contrato parcial o a la intermitencia en el trabajo. Acabar con el tan manido "techo de cristal" no es únicamente cuestión de leyes, que también, sino que necesita de un nuevo contrato privado entre mujeres y hombres. Y eso no sucederá mientras el patriarcado hunda sus raíces en nuestra sociedad.

Son numerosos en nuestro día a día los ejemplos de machismo, incluso de micromachismos, esos gestos cotidianos que suelen pasar desapercibidos - especialmente por ellos, evidentemente, porque los naturalizan -  pero que minan nuestros derechos como mujeres. Últimamente han aparecido algunos videos que ironizan con bastante acierto sobre estas situaciones, muchos de ellos ponen frente a un espejo a los hombres en situaciones que no resisten el cambio de protagonista: nos parecen "normales" cuando nos suceden a las mujeres pero resultan ridículas o sencillamente imposibles cuando les ocurre a ellos. Algo pasa, y está claro que debe dejar de pasar de una vez por todas.

La cultura del patriarcado es extensa y profunda y actúa transversalmente. Lo hace, además, de forma cada vez más sibilina, con una marcada tendencia hacia la corrección política. El machismo es como la energía, ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Es cuestión de supervivencia. Por eso debemos atacarlo en sus raíces más profundas, sólo así lo destruiremos y daremos paso a una sociedad efectivamente igualitaria. 


 

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