lunes, 1 de febrero de 2016

YO ESTUVE EN EL TREN DE LA LIBERTAD


Hoy se cumplen dos años de la multitudinaria manifestación del Tren de la Libertad. Miles de mujeres y de hombres nos manifestamos aquel sábado 1 de febrero de 2014 desde Atocha hasta los alrededores del Congreso de los Diputados reclamando el mantenimiento del derecho al aborto. La iniciativa partió de un grupo de feministas de Gijón que decidieron movilizarse contra la intención del gobierno del PP, y en particular del entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, de reformar la vigente Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo.

A aquella primera iniciativa de las feministas asturianas se sumaron numerosos grupos de mujeres de toda la geografía española, así como partidos políticos progresistas, liderados por el partido  socialista, y sindicatos.  El resultado fue una marcha histórica que consiguió frenar la embestida del PP contra el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, sobre su maternidad. Frenó un intento de devolvernos a las cavernas, de trasladarnos en el túnel del tiempo hasta otros tiempos en los que ni estaba permitida la contracepción ni, por supuesto, el aborto. Tiempos en los que las mujeres acudían al mercado negro para conseguir anticonceptivos y en los que, las que podían, viajaban a Londres para evitar la progresión de un embarazo en absoluto deseado. Otras perecían en el intento o sufrían graves consecuencias físicas y psicológicas al someterse a abortos clandestinos. Hasta ahí nos quería conducir el PP, pero luchamos denodadamente y conseguimos frenarlo.    

Aquel fue un triunfo importante, pero parcial. El partido en el gobierno no cejó en su empeño de reformar uno de los aspectos de la Ley que impulsó el presidente Zapatero en 2010 y les arrebató a las jóvenes de 16 y 17 años la potestad de decidir por sí mismas si querían seguir o no adelante con sus embarazos. Si eso no fuera suficientemente grave - y a pesar de que Gallardón acabó dimitiendo y que el ministro de Educación, no menos cuestionado, también fue relevado en el cargo- el gobierno de Rajoy recortó tanto como pudo la inversión en programas de educación y prevención de embarazos no deseados y acabó con la asignatura de Educación para la Ciudadanía. En definitiva, demostró que había cedido de buen grado a las presiones de la Iglesia católica y de las organizaciones provida que tantos favores en forma de manifestaciones contra el gobierno Zapatero les había hecho cuando el PP estaba en la oposición. Ni más, ni menos. 

Pasados dos años, revisando el impacto de aquella manifestación y revisionando el magnífico documental realizado por un grupo de cineastas, llego a varias conclusiones y experimento un regusto agridulce: 

1) Se puede decir que lo logramos, que hubo un antes y un después de aquella macha del Tren de la Libertad. Seguramente por eso nos animamos hace unos meses, el 7 de noviembre de 2015, a participar en otra marcha no menos multitudinaria, un clamor que recorrió las mismas y madrileñas calles, esta vez para exigir un Pacto de Estado contra las violencias machistas.  

2) A las mujeres se nos sigue infantilizando, se nos trata como a seres inferiores que debemos ser tutelados por los hombres y por el Estado. De otra manera, y por muy de derechas que sea un gobierno, no cabe en la cabeza semejante ofensiva contra unos derechos adquiridos desde hacía tanto tiempo y que buena parte de la sociedad consideraba no sólo asentados sino indiscutibles. Por la misma lógica se entiende, que no se comprende, que cueste tanto tomar medidas serias contra la violencia de género y que la sociedad tarde tanto en reaccionar contra el terrorismo machista.

3) Constatamos que la repercusión mediática de aquella macromanifestación no fue la justa ni la debida. Cualquier otra causa de tamañas dimensiones, sin ni siquiera incidir en la mitad de la población española como era el caso, hubiese acaparado muchos más titulares, portadas y aperturas de noticiarios que lo que consiguió aquel Tren de la Libertad. Lo mismo podemos decir de la repercusión del 7N de 2015. Ergo, los arquetipos patriarcales siguen asentados en las redacciones de los medios, mal nos pese. Lo sabemos y debemos combatirlos, es una cruzada imprescindible para conseguir una sociedad más igualitaria. 

4) No podemos ni debemos bajar la guardia. Las mujeres y los hombres que creemos de verdad en la igualdad somos muchos y muy combativos. Y tenemos el deber de contagiar al resto de la sociedad que permanece adormecida por el letargo patriarcal. Tenemos un compromiso. Unos y otras lo ejercen desde la sociedad civil, desde asociaciones de todo tipo. Otras y unos simplemente desde su compromiso individual. Y otras y otros, como es mi caso, desde el compromiso político firme y decidido. 

La lucha continúa y bebe de las fuentes de días históricos como aquel 1 de febrero de 2014. Para mí es una satisfacción poder decir que yo estuve allí

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario