miércoles, 16 de diciembre de 2015

UN GOBIERNO QUE QUIERA A LAS MUJERES

Las mujeres españolas llevamos cuatro años soportando ofensas y ofensivas por parte del Partido Popular y de sus representantes en el gobierno. Han querido privarnos de nuestro derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, a determinar cuándo queremos ser madres. De hecho se lo han quitado a las jóvenes de 16 y 17 años, que ahora necesitan el permiso de sus progenitores para poder abortar y, si no lo consiguen, se ven obligadas a ser madres adolescentes, con todo lo que eso conlleva. Y encima han suprimido la asignatura de Educación para la Ciudadanía y no han querido desarrollar la parte de la Ley del Aborto que incide en la prevención y en la información para evitar embarazos no deseados. ¡Un auténtico desastre!

Ya he hablado en anteriores post de la desidia con la que se afronta la lacra de la violencia de género. De la falta absoluta de medios y de recursos, sí, pero también de decisión política por parte tanto del partido en el gobierno como de la nueva derecha que aspira a apoyarlo. El presidente Rajoy, como toda la derecha, incluida la que se esconde tras las siglas de Ciudadanos, no quiere a las mujeres, no mira por nosotras. Muy al contrario, tal y como han demostrado sobradamente en esta campaña electoral que está a punto de tocar a su fin. Les importa bien poco lo que opinemos, lo que necesitemos, los derechos que nos son propios a las mujeres. Y un partido, sea cual sea, que desprecia a más de la mitad del país no merece, no debe estar en el gobierno. 

Los recortes en sanidad, en educación, en dependencia... la merma del Estado del Bienestar, en definitiva, nos ha hecho daño a todos y a todas, pero de manera muy especial a nosotras las mujeres. Por primera vez en cuarenta años ha disminuido la tasa de actividad femenina, hay menos mujeres trabajando o demandando empleo que hace unos años. Y el paro femenino se ha incrementado. Muchas han sido expulsadas literalmente del mercado laboral por la imposibilidad de compaginar trabajo y cuidado de menores o de personas mayores o dependientes. ¿Por qué? Porque la derecha -sea en el gobierno central, sea en Comunidades Autónomas allí donde ha gobernado, como en Catalunya, por ejemplo- se ha dedicado a cerrar guarderías públicas por falta de financiación, desde luego se ha empleado en no abrir nueva oferta de 0 a 3 años ni residencias o centros de día para ancianos, y además ha dejado en la más ínfima expresión la Ley de la Dependencia.

Las que todavía resisten y continúan trabajando lo hacen en condiciones precarias, con contratos por días o hasta por horas y en muchos casos a tiempo parcial aún queriendo una jornada completa. Todo eso, "gracias" a la Reforma Laboral del PP apoyada por CiU (léase Junts pel Sí, léase Democràcia i Llibertat) 

Más lamentable aún es que parte de la izquierda, encuadrada en eso que llaman los partidos emergentes, pase de puntillas por la Igualdad de Género y se limite, en sus programas y en sus declaraciones públicas, a meras generalidades demostrando o falta de interés o desconocimiento absoluto. Es más, me temo que adolecen de todo eso a la vez. De otra manera no se entiende, por ejemplo, la ausencia de Podemos en la oposición feroz a la "contrarreforma" de la Ley del Aborto que pretendía el PP. O las declaraciones de una de las fundadoras y candidata de ese partido, Carolina Bescansa, en el sentido de que "el aborto no es un tema que construya potencia política de transformación, y por lo tanto no es prioritario". Más claro, agua. 

Las mujeres debemos estar representadas de manera adecuada, de manera justa en el gobierno que salga de las urnas a partir del próximo 20 de diciembre. Sólo así tendremos la garantía de que se defienden nuestros derechos. Entre los cuatro partidos que optan a presidir o a apoyar la presidencia del gobierno español, sólo uno es capaz de representarnos. Porque de hecho ya lo hizo cuando aprobó la Ley de Igualdad, la Ley Integral contra la Violencia de Género, la Ley de la Dependencia, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, cuando fue el primero en constituir un gobierno paritario, el primero en tener un Ministerio de Igualdad o una mujer como ministra de Defensa. La misma mujer, Carme Chacón, que hoy encabeza una de las listas del partido socialista. 

Os invito a tener en cuenta todo esto a la hora de decidir vuestro voto. Las mujeres tenemos mucho que decir en estas elecciones porque somos una parte importante y determinante del electorado que está llamado el 20 de diciembre a decidir el futuro de España. Y en este país, en pleno siglo XXI, no habrá futuro que merezca ese apelativo sin igualdad real entre hombres y mujeres. Ni habrá salida de la crisis sin contar con nosotras porque la sociedad poscrisis no puede permitirse el lujo de renunciar a la mitad de sus componentes. Por eso no podemos desperdiciar la oportunidad depositando la confianza en opciones no feministas o directamente machistas.

Diréis que no puedo ser imparcial porque soy socialista. Y es cierto, pero no lo es menos que soy mujer. Y seguramente por eso, entre otras cosas, soy socialista. 






miércoles, 25 de noviembre de 2015

INDIGNADAS, NUNCA RESIGNADAS

Decía Stéphane Hessel en su libro ¡Indignaos! que cuando algo te indigna te conviertes en una persona militante, fuerte y comprometida, y añadía que pasas a formar parte de la corriente de la historia, una corriente que tiende hacia mayor justicia y mayor libertad. Así, indignadas, y con esa indignación como fuerza y motor para el cambio, es como actuamos contra la violencia de género infinidad de mujeres y afortunadamente cada vez más hombres.

En esta lucha, y más en un día como hoy, 25 de noviembre, Dia Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la indiferencia es lo peor. La indiferencia hace cómplice, aunque sea por omisión del deber, a quien la practica. El compromiso es la consecuencia lógica de la indignación. Por lo tanto, quien no se compromete, en la medida de sus posibilidades, es porque no se ha indignado contra la injusticia y la vulneración de los derechos humanos que supone, en el caso que nos ocupa, la violencia machista. Dicho de otro modo, le da exactamente igual que cada día se cometan asesinatos contra mujeres por el sólo hecho de serlo y por la pretendida supremacía, dominación y posesión del hombre sobre la mujer.

Stéphane Hessel escribió un alegato contra la indiferencia.
Se puede ser cómplice de la violencia de género de muchas maneras. Son cómplices los que piensan que éste es sólo un asunto de mujeres y aquellos que practican los micromachismos o machismos cotidianos que alimentan la gran rueda del patriarcado y a los que demasiadas veces no damos importancia. Por supuesto son cómplices de la violencia de género los que acusan a las activistas, a las mujeres comprometidas con la lucha feminista y por la igualdad y las tachan de "feminazis". O los que desde una posición privilegiada lanzan exabruptos más propios del hombre del Neandhertal que del siglo XXI, como el alcalde de Carboneras, que mandó callar a una concejala de la oposición al grito de "guarde respeto cuando está hablando un hombre". No todas las violencias de género son físicas. Las verbales, las psicológicas, las económicas también lo son. No lo olvidemos.

Estoy, estamos, indignadas. Por tanta indiferencia, tanta falta de compromiso, por los que intentan que parezca que éste es un problema privado cuando es un asunto de toda la sociedad y un problema que hay que erradicar desde la raíz, cambiando tantas y tantas cosas y educando de verdad en y para la igualdad, no sólo como individuos sino como sociedad. 

Estamos indignadas y salimos a la calle como hicimos el 7N en Madrid y nos indignamos más cuando constatamos ausencias políticas y mediáticas en esa gran marcha. Y la indignación va en aumento cuando vemos que hay quien se permite el lujo no sólo de ser un machista denodado sino de publicarlo a los cuatro vientos desde su altar mediático de turno. Cuando ese alguien puso las bases de un partido que se las da de igualitario aunque basta rascar la fina capa superficial para darse cuenta de la realidad.

Indignadas e indignados, sí. Comprometidas y comprometidos, por supuesto. La resignación y la indiferencia son cómplices, son culpables. 


jueves, 12 de noviembre de 2015



HAREMOS DE CADA DÍA UN NUEVO 7N

Fuimos decenas de miles de voces clamando el sábado 7 de noviembre en Madrid por el fin de la violencia de género, por la erradicación del machismo y el patriarcado como germen, origen y causa de demasiados asesinatos de mujeres en este país. La respuesta a esa gran manifestación, en cambio, adoptó de nuevo la forma de la violencia más primitiva, repugnante y animal que pueda imaginarse: cuatro nuevos asesinatos en pocas horas.

Me alegró ver a muchos hombres en la marcha contra las violencias machistas. Hombres anónimos y hombres significados, hombres comprometidos con la lucha por la igualdad y hombres que pasaban por allí y decidieron sumarse a ese clamor unánime. Hombres, al fin y al cabo, que junto a nosotras las mujeres, conforman esta sociedad. El género masculino, lejos de ser el origen del problema –lo es el machismo, no los hombres como tales- es la clave de la solución. Ya lo dije en la anterior entrada, los hombres tienen que empezar a vivir su masculinidad de manera muy diferente a la que les han enseñado, de una forma más próxima a la igualdad plena y muy, pero que muy alejada del machismo y la supremacía patriarcal que es, esa sí, la causa de la violencia de género.

El camino será largo, es cierto, y no estará sembrado de rosas sino que seguramente, lamentablemente, todavía lo veremos manchado de demasiada sangre de mujer derramada por esos seres despreciables que son los maltratadores. Pero la certeza de que esto no cambiará del día a la noche no puede paralizarnos, no nos va a callar. Haremos de cada día un nuevo 7N. Lo podemos hacer si cada uno de nosotros y nosotras toma conciencia de la gravedad del asunto, si en cada gesto cotidiano condenamos el machismo y lo desterramos de nuestras vidas, si no giramos la vista ante los abusos y denunciamos cualquier violencia contra las mujeres, si educamos personas, no hombres o mujeres de manera diferenciada, y lo hacemos no solo en las escuelas sino también en casa, en los espacios de ocio infantil, frente al televisor, en el supermercado y las tiendas de juguetes... 

El pasado fin de semana, aun con el cansancio de los kilómetros recorridos, del asfalto pisado y los gritos proferidos, pero satisfechas y orgullosos por el éxito de la convocatoria, la realidad nos estalló en plena cara. Una realidad que apunta a la necesidad imperiosa de un pacto de estado, de un compromiso firme de toda la sociedad y de los y las dirigentes políticos para cambiar esta sociedad de abajo a arriba. Pero no nos engañemos, no todos los políticos están igualmente comprometidos con la igualdad. No todos ni todas tienen la necesaria determinación para luchar contra la violencia de género usando toda la legislación, reformas incluidas, ni todos los recursos, para combatirla, para perseguir a los maltratadores y proteger a las víctimas, para invertir en la educación de nuestros niños y niñas en la igualdad, para condenar enérgicamente todas las violencias machistas. Algunos programas políticos pasan de puntillas sobre estos temas. Otros, con tradición e historia de lucha por la igualdad, con hechos palpables y legislaciones aprobadas cuando han gobernado, no solo llevan la igualdad en su ADN sino que la plasman en sus programas electorales. Como electores, tenemos la palabra y la decisión. No desperdiciemos la oportunidad.


lunes, 2 de noviembre de 2015

EL 7N YO VOY

Más de 800 mujeres asesinadas por violencia machista son más que suficientes. En cualquier país, incluido éste, debería bastar para que fuera una cuestión de estado, un tema de primer orden y prioridad, un problema equiparable al que fue en su día el terrorismo. Y que se abordase con la misma contundencia legal y con los mismos recursos. ¿Qué ocurre, pues, para que no sea así? ¿Qué nos pasa como individuos y como sociedad para que no atendamos debidamente este problema? ¿Es que "sólo" son mujeres?  Me gustaría creer que éste es un tema de debate y preocupación social y política, pero lamentablemente está claro que no hay suficiente conciencia, no existe una condena colectiva bastante grande ni un rechazo frontal como para que nos tomemos la violencia de género como lo que verdaderamente es: una cuestión que no nos podemos permitir el lujo que continúe siendo el pan nuestro de cada día, que en todo caso, como todo acto violento en sociedad, debe ser la excepción a la norma, nunca un hecho cotidiano y colectivamente asumido, si no aceptado.

Podemos hacer muchas cosas excepto rendirnos ante una problemática de estas dimensiones, ante semejante oleada de crímenes. ¿Recuerdan que no hace tantos años los llamábamos crímenes pasionales, bajo la justificación del amor romántico y los celos como parte de ese supuesto amor? Aún me acuerdo de las palabras de un comisario, conmigo al otro lado del teléfono ejerciendo la profesión periodística, pretendiendo justificar la agresión a una mujer por parte de su marido: "algo habrá hecho que no le ha gustado a él...", dijo el policía. Me quedé estupefacta ante tamaña afirmación, escrutando en mi entonces joven mente qué podría justificar una agresión machista. No hallé respuesta, como tampoco la encuentro ahora al silencio de muchos ni a la inacción de otros tantos.

Tenemos que transformar nuestra sociedad de raíz, erradicar de ella los micromachismos del día a día, esos que nos pasan desapercibidos la mayor parte de veces, educar a los más pequeños y a nuestros jóvenes para que practiquen y defiendan la igualdad y, por supuesto, perseguir de manera implacable a los maltratadores a la vez que ofrecemos a las víctimas todos los recursos necesarios para protegerse de ellos y para salir del pozo oscuro de la violencia machista.

Mientras, iremos a manifestarnos por las calles de Madrid, seremos muchas y muchos el próximo sábado 7 de noviembre. Muchas y muchos los en la exigencia que la lucha contra la violencia machista sea una cuestión de estado en la que se comprometan toda la sociedad, sus organizaciones y sus instituciones. Reclamaremos el compromiso político, del gobierno, en esa lucha, pediremos más y mejor protección para las mujeres y también para las y los menores víctimas de violencia machista, exigiremos también el compromiso de los medios de comunicación, que tienen un papel fundamental en esta lucha sin cuartel y que demasiadas veces lo ejercen con falta de profesionalidad e incluso de dignidad. 


Como dice el Manifiesto de la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas, "tomemos conciencia de una vez que el machismo mata y hace imposible la convivencia exigible en una democracia" Por todas las que los machistas han asesinado y para que no maten ni una más. Por ellas, y por todos y todas nosotras, el 7NYoVoy. 

martes, 27 de octubre de 2015

EL DÍA QUE ELLOS QUIERAN


La ONU, que estos días está de aniversario, ha denunciado la lentitud en la progresión social hacia la igualdad. El informe The world's women report (Las mujeres en el mundo) elaborado por el departamento de estadística de Naciones Unidas, arroja unos datos desalentadores: harán falta todavía dos siglos más para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres.

En todos los terrenos donde busquemos la comparación, las mujeres salimos perdiendo, a pesar de los avances que se han producido en las últimas décadas. Una progresión hacia una sociedad más igualitaria que -dirán algunos- resulta exponencial en relación con la conseguida en siglos pasados. Es cierto y lo es en diferentes países, también en España, gracias al empuje de gobiernos progresistas, pero queda muy lejos aun de ser un avance suficiente y satisfactorio. Además, la realidad es tozuda y nos demuestra, por una parte, que los avances nunca hay que darlos por consolidados y debemos seguir peleándolos desde el feminismo y el compromiso por la igualdad para que no muten de nuevo en retrocesos. Y, por otra parte, un análisis detenido nos llevará a la distinción entre igualdad formal e igualdad real, muy alejada ésta de aquella otra que figura en la legislación. En temas como el de la violencia de género es más que evidente, pero también lo es en otros terrenos como el laboral o incluso en el de los derechos sexuales y reproductivos, eternamente amenazados por la moral y la ideología conservadora.
  
El informe, como tantos otros, constata una evidencia ante la que no podemos permanecer impasibles. Una vez más, se trata de buscar el compromiso de la sociedad en su conjunto para que el empujón hacia la plena igualdad sea definitivo. 

Hay un dato revelador en el informe de la ONU, un dato que nos ofrece alguna pista del secreto del éxito en el avance futuro hacia la igualdad: los hombres siguen corriendo más riesgo de muerte que las mujeres a causa de esa sociedad desigual que les empuja a adoptar constantemente conductas consideradas como definidoras de la masculinidad. Por ejemplo, ellos tienen más riesgo de padecer accidentes de tráfico o de morir a consecuencia del consumo excesivo de tabaco y/o alcohol. 

El día en que los hombres se den cuenta de que no sólo su vida corre un riesgo inútil que podrían eliminar cambiando sus conductas o, aún mejor, el día en que ellos comprueben las ventajas de dejar a un lado una masculinidad mal entendida y de la que son esclavos sin darse cuenta, ese día, el día que ellos quieran, seguramente avanzaremos más hacia la igualdad que en los últimos veinte siglos. Ojalá sea pronto.








viernes, 16 de octubre de 2015

MUJERES POBRES (¿SALIMOS TAMBIÉN NOSOTRAS DE LA CRISIS? II PARTE)

Este sábado, 17 de octubre, se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la PobrezaSe está hablando mucho estos últimos años de la feminización de la pobreza. Como la mayoría de sentencias, corremos el riesgo de que éste se convierta en un eslogan más al que terminemos por banalizar y restarle importancia, quedándonos en lo superficial y sin ahondar en lo que verdaderamente hay detrás de ese término.

Según el informe de la Fundación FOESSA 2015 sobre Empleo Precario y Proteción Social, la crisis ha originado un espejismo que infrarrepresenta y hasta invisibiliza las desigualdades de género. Esto ocurre porque los datos de carácter individual que se utilizan en las estadísticas se han obtenido en realidad a partir de una información agregada relativa al hogar como una unidad. Es decir, que las situaciones particulares de las mujeres quedan ocultas bajo el manto de la renta familiar y se considera que todos los miembros comparten el mismo nivel de pobreza y de exclusión social. Pero, generalmente, esto no es así.

El mismo informe pone de manifiesto que casi la mitad de las mujeres en España son pobres o pasarían a serlo si no contaran con los ingresos de otros miembros de su hogar. El bienestar material de estas mujeres depende, en consecuencia, de que continúen vinculadas a esa institución familiar porque no tienen ninguna independencia económica. En términos de pobreza, esas mujeres no se contabilizan, pero potencialmente, y desde luego en el momento en el que se rompen esos vínculos familiares, son candidatas a engrosar las cifras de la exclusión social. Esta situación es especialmente grave cuando en el seno familiar se producen situaciones de violencia de género y cuando, aún sin haberla, se rompe la pareja pero la mujer no se atreve a abandonar la casa familiar por esa falta de independencia.

Las mujeres que perciben ingresos por jubilación también salen perdiendo en comparación con los hombres que alcanzan esa situación sencillamente porque, en términos generales, los niveles de cotización son inferiores en el caso de ellas.

Si hablamos de hogares monoparentales – a los que haríamos bien en llamar monomarentales- los niveles de empobrecimiento también son mayores que en el caso de familias constituidas por dos personas con su descendencia. Este es un tipo de hogar indiscutiblemente feminizado: en cuatro casos de cada cinco la mujer es la persona que se responsabiliza en solitario de la familia. Estas familias han sufrido con especial énfasis los efectos de la crisis, hasta el punto de que entre 2009 y 2013 el número de hogares monomarentales en situación de exclusión social ha aumentado tres veces y media.


Permanecer impasibles no es solución. Es necesario reaccionar, pasar a la acción para atajar estas situaciones. La pobreza está a nuestro lado y viste ropa de mujer, en muchos casos. La base de esa desigualdad es, como siempre, social, de clase. Pero, además, cuando hablamos de las circunstancias citadas, es de género. Y eso tampoco debemos ignorarlo. Hay soluciones, remedios. Desde luego, acabar con toda discriminación por razón de sexo sería un buen principio. Mientras tanto, hay que acudir en ayuda de estas personas que lo están pasando mal a la vuelta de la esquina, como muchos ayuntamientos están haciendo ya. Y conseguir unas mínimas garantías de supervivencia de carácter universal. Ante un día internacional como el 17 de octubre reflexionemos, sí, y reivindiquemos, por supuesto. Pero actuemos, sobre todo, actuemos.

domingo, 4 de octubre de 2015

¿SALIMOS TAMBIÉN NOSOTRAS DE LA CRISIS?



Los brotes verdes están asomando tímidamente, o al menos eso apuntan algunos datos macroeconómicos, a pesar de que cuando bajamos al terreno de lo cotidiano esas cifras no acostumbran a resistir la prueba del algodón. Aun suponiendo que verdaderamente haya motivos para el optimismo, ¿veremos esos rayos de sol en igual proporción las mujeres y los hombres?

De vuelta a los datos, todo parece indicar que no. Si nos fijamos en los más recientes, el paro registrado en septiembre aumentó 5,5 veces más para las mujeres que para los hombres. Ahora hay en España casi 400.000 mujeres desempleadas más que hombres buscando trabajo.

El punto de partida ya no era el mismo, las mujeres entrábamos con desventaja en ese periodo oscuro y cuasi barroco que empezó llamándose recesión y desembocó en una de las crisis más terribles de los últimos tiempos. Una crisis que ha dado al traste con las esperanzas e ilusiones de muchas familias que se han quedado sin trabajo y en muchos casos también sin hogar.

Y la salida tampoco será igual para ellos que para ellas, porque por el camino, y con la excusa de la crisis, el neoliberalismo ha dado al traste con muchos de los derechos conseguidos en las últimas décadas, con esfuerzo y con lucha, por las trabajadoras y los trabajadores. La reforma laboral ha precarizado el mercado laboral, que ya nunca será lo que fue. Los contratos indefinidos son ya poco más que una anécdota en un marasmo de contrataciones temporales, en muchos casos por días o incluso por horas. Y las mujeres son, ahora más que nunca, candidatas a dedicaciones parciales. La feminización de la pobreza es un hecho, especialmente entre las familias monoparentales, que están compuestas en la mayoría de los casos por mujeres y sus descendientes.

Por si todo eso fuera poco, los recortes en políticas sociales afectan aun, lamentablemente, mucho más a las mujeres. Lejos de conseguir liberarse del rol de cuidadoras, se ven obligadas cada vez más a dedicar tiempo al cuidado de las personas mayores -descuidadas por una ley de la dependencia que se ha reducido a la mínima expresión- y de las niñas y niños que ya no tienen oportunidad de acudir a las guarderías que el neoliberalismo en auge ha cerrado o ha dejado de subvencionar. Una consecuencia de todo ello es la reducción de las tasas de actividad femenina: las mujeres están volviendo a renunciar a la conquista del ámbito público para replegarse de nuevo en el privado, esto es, en el del hogar. ¡Enhorabuena, pues, a los defensores del patriarcado, os estáis asegurando su perpetuación!

No podemos conformarnos con una salida de la crisis que devuelva a un estatus parecido al de hace más una década a tan solo la mitad de la población. Para poder tener esperanzas de recuperación verdadera, la sociedad poscrisis debe sustentarse en el talento del cien por cien de sus componentes, no puede permitirse el lujo de renunciar a la mitad. En España, la economía basada en el ladrillo, un sector altamente masculinizado, nos llevó a padecer de una manera especialmente contundente la crisis. No repitamos, pues, esos modelos fracasados. El siglo XXI debe avanzar, por el bien común, hacia la igualdad plena y tiene que hacerlo generando un nuevo modelo económico y social. Si no es así, tendremos crisis para rato.

lunes, 28 de septiembre de 2015

UN POCO DE SERIEDAD


En las facultades de periodismo, las mujeres somos una mayoría clara. En los puestos directivos de los medios de comunicación, ellos son muchos más. También son más los líderes de opinión y siguen siendo ellos los protagonistas de las informaciones consideradas serias y trascendentes.
Seguramente esto explique, al menos en parte, el lamentable trato que en términos generales la profesión periodística está dispensando a las informaciones relacionadas con violencia de género.

 Lamentablemente, en el verano que acabamos de dejar atrás hemos asistido, impotentes, a un reguero de asesinatos y a una generalización de la violencia contra las mujeres y en muchos casos contra sus hijas e hijos. En tan solo dos meses, el terrorismo machista asesinó a más de 30 personas, entre mujeres y niños y niñas.
El machismo no cesa, sólo se transforma. Pero sigue matando. Por eso no podemos bajar el nivel de alerta. Muy al contrario. Debe ser la sociedad en su conjunto la que se alce en contra de la violencia machista. Y los medios de comunicación tienen una responsabilidad ineludible en esa lucha. Una responsabilidad que no pueden ni deben – por decencia y por dignidad profesional- seguir eludiendo.

Para empezar, es básico llamar a las cosas por su nombre. Me resulta inimaginable pensar en titulares de prensa de medios serios y de prestigio ni siquiera semejantes a los que podemos leer con ocasión de un asesinato machista, en relación con las tremendas acciones terroristas que vivió este país hasta hace bien poco. ¿O acaso titularían “Encontrado muerto un militar en su coche en Bilbao”, por ejemplo, en lugar de “ETA asesina con una bomba lapa a un militar en Bilbao”?

Si condenable es cualquier tipo de terrorismo de raíz política, también lo debe ser en la misma medida el terrorismo machista. Porque no podemos hablar en otros términos cuando se cuentan ya 800 mujeres asesinadas desde 2003, año en que se empezaron a recopilar estadísticas oficiales de víctimas mortales por efecto del machismo.
Insisto, la responsabilidad de erradicar la violencia machista no es individual sino colectiva, de todas las personas que integramos la sociedad, que debemos asumir en todo momento, en cada una de nuestras actitudes y actividades privadas y públicas. Es ésta una responsabilidad social y como tal, por supuesto, también un deber político. Pero la manera en la que los medios nos cuentan esas noticias es decisiva a la hora de las lecturas y de la trascendencia que tengan esos hechos siempre deleznables.

A la espera de que más mujeres puedan acceder a la dirección de esos medios, y con la esperanza de que los muchos hombres y las pocas mujeres que actualmente los dirigen reflexionen y actúen en esta dirección, las redactoras –que sí son bastantes- y los redactores pueden empezar a ponerse gafas lilas, esto es, las de mirar con visión de género. Y también estaría bien que lo hiciéramos las personas que leemos, escuchamos y vemos esos medios. La exigencia debe ser estricta y las disculpas no valen. El lenguaje es importante porque transmite ideología. Y, hablando de violencia de género, ésta no puede ser otra que aquella que apunte a la igualdad.




martes, 22 de septiembre de 2015

HABITACIONES INVADIDAS


Decía Cecily I. Fairfield, escritora, periodista y feminista inglesa ya desaparecida, “la gente me llama feminista siempre que expreso sentimientos que me diferencian de un felpudo o de una prostituta”. Según esta definición, las feministas somos una tropa. Alegrémonos y saquémosle provecho para luchar por la igualdad.

Este blog y su autora nos proclamamos, evidentemente, feministas. Más aún si, y citando en esta ocasión a la también periodista Nuria Varela, entendemos el feminismo como “una linterna cuya luz es la justicia que ilumina las habitaciones oscurecidas por la intolerancia, los prejuicios y los abusos”.

La famosa habitación propia de Virginia Woolf está aun con demasiada frecuencia invadida por esos prejuicios, por los estereotipos machistas, por los posos patriarcales que se resisten a desvanecerse y que ocasionan intolerancia, discriminación y violencia contra las mujeres.

Este es un espacio de reflexión. Una voz que se une a tantas otras que luchan desde la cotidianeidad para dotar de máxima visibilidad a las mujeres y denunciar los micromachismos y las manifestaciones posmachistas que tanto abundan en nuestra sociedad. Comienza la aventura…