HAREMOS DE CADA DÍA UN NUEVO 7N
Fuimos decenas de miles de voces clamando el sábado 7 de noviembre en Madrid por el fin de la violencia de género, por la erradicación
del machismo y el patriarcado como germen, origen y causa de demasiados
asesinatos de mujeres en este país. La respuesta a esa gran manifestación, en
cambio, adoptó de nuevo la forma de la
violencia más primitiva, repugnante y animal que pueda imaginarse: cuatro nuevos asesinatos en pocas horas.
Me alegró ver a muchos hombres en la marcha contra las
violencias machistas. Hombres anónimos y hombres significados, hombres
comprometidos con la lucha por la igualdad y hombres que pasaban por allí y
decidieron sumarse a ese clamor unánime. Hombres, al fin y al cabo, que junto a
nosotras las mujeres, conforman esta sociedad. El género masculino, lejos de ser el origen del problema –lo es el
machismo, no los hombres como tales- es
la clave de la solución. Ya lo dije en la anterior entrada, los hombres
tienen que empezar a vivir su masculinidad de manera muy diferente a la que les
han enseñado, de una forma más próxima a la igualdad plena y muy, pero que muy
alejada del machismo y la supremacía patriarcal que es, esa sí, la causa de la
violencia de género.
El camino será largo, es cierto, y no estará sembrado de rosas
sino que seguramente, lamentablemente, todavía lo veremos manchado de demasiada
sangre de mujer derramada por esos seres despreciables que son los
maltratadores. Pero la certeza de que esto no cambiará del
día a la noche no puede paralizarnos, no nos va a callar. Haremos de cada día
un nuevo 7N. Lo podemos hacer si cada uno de nosotros y nosotras toma
conciencia de la gravedad del asunto, si en cada gesto cotidiano condenamos el
machismo y lo desterramos de nuestras vidas, si no giramos la vista ante los
abusos y denunciamos cualquier violencia contra las mujeres, si educamos
personas, no hombres o mujeres de manera diferenciada, y lo hacemos no solo en
las escuelas sino también en casa, en los espacios de ocio infantil, frente al
televisor, en el supermercado y las tiendas de juguetes...
El pasado fin de semana, aun con el cansancio de los kilómetros recorridos, del asfalto pisado y los gritos proferidos, pero satisfechas y
orgullosos por el éxito de la convocatoria, la realidad nos estalló en plena
cara. Una realidad que apunta a la necesidad imperiosa de un pacto de estado,
de un compromiso firme de toda la sociedad y de los y las dirigentes políticos
para cambiar esta sociedad de abajo a arriba. Pero no nos engañemos, no
todos los políticos están igualmente comprometidos con la igualdad. No
todos ni todas tienen la necesaria determinación para luchar contra la
violencia de género usando toda la legislación, reformas incluidas, ni todos
los recursos, para combatirla, para perseguir a los maltratadores y proteger a
las víctimas, para invertir en la educación de nuestros niños y niñas en la
igualdad, para condenar enérgicamente todas las violencias machistas. Algunos
programas políticos pasan de puntillas sobre estos temas. Otros, con tradición
e historia de lucha por la igualdad, con hechos palpables y legislaciones
aprobadas cuando han gobernado, no solo llevan la igualdad en su ADN sino que
la plasman en sus programas electorales. Como electores, tenemos la palabra y
la decisión. No desperdiciemos la oportunidad.
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