ALERTA VIOLETA: PELIGRO DE INVOLUCIÓN
No acaparó ni portadas ni apenas tiempo en informativos de radio y televisión, pero miles de personas nos manifestamos por las calles de las principales ciudades españolas el pasado viernes atendiendo a la llamada de Emergencia Feminista. Teñimos plazas y edificios de violeta en señal de duelo y de protesta. Lo hicimos porque nos están matando. Y porque las víctimas lo son por ser mujeres. Porque el machismo muestra con insistencia y rabia su cara más criminal. Y porque persisten las expresiones, políticas y sociales, que niegan la evidencia: que se trata de violencia de género.
Las cifras se disparan coincidiendo con la proliferación de voces empoderadas de millones de mujeres contra el patriarcado y su plasmación en lo que se ha dado en llamar cuarta ola del feminismo: Me Too, 8M... Una reacción airada del machismo, apalancada en la cultura patriarcal, que nos trae también de manera cada vez más habitual violaciones en grupo y todo tipo de agresiones sexuales catalogadas erróneamente como abusos. Todo ello amenizado por la orquesta y coro de la derecha política, mediática y social que niega la propia existencia de la violencia de género como tal.
Hace unos días, la fiscal Susana Gisbert alertaba en un acertado artículo sobre el riesgo de involución que todo esto supone. España es y ha sido pionera en legislación por la igualdad y contra la violencia de género. Lo ha sido siempre de la mano de gobiernos socialistas. La Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, así como el Pacto de Estado aprobado por el Congreso de los Diputados en 2017 son fruto del compromiso del PSOE con una lucha que sigue necesitando de una actuación gubernamental y legislativa sin fisuras. Ese combate sin cuartel no puede permitirse ni debilidades ni veleidades. Tampoco espectáculos bochornosos como el que protagonizaron el alcalde Almeida, del PP, y el portavoz municipal de Vox, socios en el gobierno de la capital. Un insulto a las víctimas y a sus familiares ocurrido, para más obscenidad, en la concentración por una de las seis víctimas mortales que hubo la semana pasada, en el propio Madrid.
Pretenden devolver un problema que es social, el de la violencia de género, al ámbito privado, que es al que estaba relegada la violencia machista antes de la ley de 2004. Quieren que se considere estos crímenes como asesinatos comunes, sin más connotación que cualquier otro y así poder asegurar que se trata de enajenados mentales que cometen "crímenes pasionales". Pobrecitos, ellos, les dejan sus mujeres, o no se someten a sus dictados y por eso no tienen más remedio que matarlas. Ni más ni menos, eso es lo que subyace en el discurso de Vox que el resto de las derechas, PP y Ciudadanos, compran sin reparo desde el mismo momento en que pactan con ellos gobiernos municipales y autonómicos y en el instante en que, como ya están haciendo, ceden a sus postulados recortando partidas presupuestarias para igualdad, confundiendo violencia de género con violencia intrafamiliar o facilitando listados con nombres y datos de profesionales dedicados a la lucha contra la violencia de género. Eso se llama complicidad.
Con más de mil víctimas mortales contabilizadas desde 2003, muchas más de las que se cobró el terrorismo etarra en toda su existencia, es evidente que esta lucha no ha terminado. Necesitamos cuanto antes un gobierno fuerte para afianzarla e impedir cualquier retroceso. Tengámoslo muy presente el 10N.
Artículo publicado en La Hora Digital
Las cifras se disparan coincidiendo con la proliferación de voces empoderadas de millones de mujeres contra el patriarcado y su plasmación en lo que se ha dado en llamar cuarta ola del feminismo: Me Too, 8M... Una reacción airada del machismo, apalancada en la cultura patriarcal, que nos trae también de manera cada vez más habitual violaciones en grupo y todo tipo de agresiones sexuales catalogadas erróneamente como abusos. Todo ello amenizado por la orquesta y coro de la derecha política, mediática y social que niega la propia existencia de la violencia de género como tal.
Hace unos días, la fiscal Susana Gisbert alertaba en un acertado artículo sobre el riesgo de involución que todo esto supone. España es y ha sido pionera en legislación por la igualdad y contra la violencia de género. Lo ha sido siempre de la mano de gobiernos socialistas. La Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, así como el Pacto de Estado aprobado por el Congreso de los Diputados en 2017 son fruto del compromiso del PSOE con una lucha que sigue necesitando de una actuación gubernamental y legislativa sin fisuras. Ese combate sin cuartel no puede permitirse ni debilidades ni veleidades. Tampoco espectáculos bochornosos como el que protagonizaron el alcalde Almeida, del PP, y el portavoz municipal de Vox, socios en el gobierno de la capital. Un insulto a las víctimas y a sus familiares ocurrido, para más obscenidad, en la concentración por una de las seis víctimas mortales que hubo la semana pasada, en el propio Madrid.
Pretenden devolver un problema que es social, el de la violencia de género, al ámbito privado, que es al que estaba relegada la violencia machista antes de la ley de 2004. Quieren que se considere estos crímenes como asesinatos comunes, sin más connotación que cualquier otro y así poder asegurar que se trata de enajenados mentales que cometen "crímenes pasionales". Pobrecitos, ellos, les dejan sus mujeres, o no se someten a sus dictados y por eso no tienen más remedio que matarlas. Ni más ni menos, eso es lo que subyace en el discurso de Vox que el resto de las derechas, PP y Ciudadanos, compran sin reparo desde el mismo momento en que pactan con ellos gobiernos municipales y autonómicos y en el instante en que, como ya están haciendo, ceden a sus postulados recortando partidas presupuestarias para igualdad, confundiendo violencia de género con violencia intrafamiliar o facilitando listados con nombres y datos de profesionales dedicados a la lucha contra la violencia de género. Eso se llama complicidad.
Con más de mil víctimas mortales contabilizadas desde 2003, muchas más de las que se cobró el terrorismo etarra en toda su existencia, es evidente que esta lucha no ha terminado. Necesitamos cuanto antes un gobierno fuerte para afianzarla e impedir cualquier retroceso. Tengámoslo muy presente el 10N.
Artículo publicado en La Hora Digital