lunes, 28 de septiembre de 2015

UN POCO DE SERIEDAD


En las facultades de periodismo, las mujeres somos una mayoría clara. En los puestos directivos de los medios de comunicación, ellos son muchos más. También son más los líderes de opinión y siguen siendo ellos los protagonistas de las informaciones consideradas serias y trascendentes.
Seguramente esto explique, al menos en parte, el lamentable trato que en términos generales la profesión periodística está dispensando a las informaciones relacionadas con violencia de género.

 Lamentablemente, en el verano que acabamos de dejar atrás hemos asistido, impotentes, a un reguero de asesinatos y a una generalización de la violencia contra las mujeres y en muchos casos contra sus hijas e hijos. En tan solo dos meses, el terrorismo machista asesinó a más de 30 personas, entre mujeres y niños y niñas.
El machismo no cesa, sólo se transforma. Pero sigue matando. Por eso no podemos bajar el nivel de alerta. Muy al contrario. Debe ser la sociedad en su conjunto la que se alce en contra de la violencia machista. Y los medios de comunicación tienen una responsabilidad ineludible en esa lucha. Una responsabilidad que no pueden ni deben – por decencia y por dignidad profesional- seguir eludiendo.

Para empezar, es básico llamar a las cosas por su nombre. Me resulta inimaginable pensar en titulares de prensa de medios serios y de prestigio ni siquiera semejantes a los que podemos leer con ocasión de un asesinato machista, en relación con las tremendas acciones terroristas que vivió este país hasta hace bien poco. ¿O acaso titularían “Encontrado muerto un militar en su coche en Bilbao”, por ejemplo, en lugar de “ETA asesina con una bomba lapa a un militar en Bilbao”?

Si condenable es cualquier tipo de terrorismo de raíz política, también lo debe ser en la misma medida el terrorismo machista. Porque no podemos hablar en otros términos cuando se cuentan ya 800 mujeres asesinadas desde 2003, año en que se empezaron a recopilar estadísticas oficiales de víctimas mortales por efecto del machismo.
Insisto, la responsabilidad de erradicar la violencia machista no es individual sino colectiva, de todas las personas que integramos la sociedad, que debemos asumir en todo momento, en cada una de nuestras actitudes y actividades privadas y públicas. Es ésta una responsabilidad social y como tal, por supuesto, también un deber político. Pero la manera en la que los medios nos cuentan esas noticias es decisiva a la hora de las lecturas y de la trascendencia que tengan esos hechos siempre deleznables.

A la espera de que más mujeres puedan acceder a la dirección de esos medios, y con la esperanza de que los muchos hombres y las pocas mujeres que actualmente los dirigen reflexionen y actúen en esta dirección, las redactoras –que sí son bastantes- y los redactores pueden empezar a ponerse gafas lilas, esto es, las de mirar con visión de género. Y también estaría bien que lo hiciéramos las personas que leemos, escuchamos y vemos esos medios. La exigencia debe ser estricta y las disculpas no valen. El lenguaje es importante porque transmite ideología. Y, hablando de violencia de género, ésta no puede ser otra que aquella que apunte a la igualdad.




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