UN POCO DE SERIEDAD
En
las facultades de periodismo, las mujeres somos una mayoría clara. En los
puestos directivos de los medios de comunicación, ellos son muchos más. También
son más los líderes de opinión y siguen siendo ellos los protagonistas de las
informaciones consideradas serias y trascendentes.
Seguramente
esto explique, al menos en parte, el lamentable
trato que en términos generales la
profesión periodística está dispensando a las informaciones relacionadas con
violencia de género.
Lamentablemente, en el verano que acabamos de
dejar atrás hemos asistido, impotentes, a un reguero de asesinatos y a una
generalización de la violencia contra las mujeres y en muchos casos contra sus
hijas e hijos. En tan solo dos meses, el terrorismo machista asesinó a más de
30 personas, entre mujeres y niños y niñas.
El
machismo no cesa, sólo se transforma. Pero sigue matando. Por eso no podemos
bajar el nivel de alerta. Muy al contrario. Debe ser la sociedad en su conjunto
la que se alce en contra de la violencia machista. Y los medios de comunicación tienen una responsabilidad ineludible en
esa lucha. Una responsabilidad que no pueden ni deben – por decencia y por
dignidad profesional- seguir eludiendo.
Para
empezar, es básico llamar a las cosas
por su nombre. Me resulta inimaginable pensar en titulares de prensa de
medios serios y de prestigio ni siquiera semejantes a los que podemos leer con
ocasión de un asesinato machista, en relación con las tremendas acciones terroristas
que vivió este país hasta hace bien poco. ¿O acaso titularían “Encontrado muerto un militar en su coche en
Bilbao”, por ejemplo, en lugar de “ETA
asesina con una bomba lapa a un militar en Bilbao”?
Si
condenable es cualquier tipo de terrorismo de raíz política, también lo debe
ser en la misma medida el terrorismo machista. Porque no podemos hablar en
otros términos cuando se cuentan ya 800 mujeres asesinadas desde 2003, año en
que se empezaron a recopilar estadísticas oficiales de víctimas mortales por
efecto del machismo.
Insisto,
la responsabilidad de erradicar la violencia machista no es individual sino
colectiva, de todas las personas que integramos la sociedad, que debemos asumir
en todo momento, en cada una de nuestras actitudes y actividades privadas y
públicas. Es ésta una responsabilidad social y como tal, por supuesto, también
un deber político. Pero la manera en la que los medios nos cuentan esas
noticias es decisiva a la hora de las lecturas y de la trascendencia que tengan
esos hechos siempre deleznables.
A la
espera de que más mujeres puedan acceder a la dirección de esos medios, y con
la esperanza de que los muchos hombres y las pocas mujeres que actualmente los
dirigen reflexionen y actúen en esta dirección, las redactoras –que sí son
bastantes- y los redactores pueden empezar a ponerse gafas lilas, esto es, las
de mirar con visión de género. Y también estaría bien que lo hiciéramos las
personas que leemos, escuchamos y vemos esos medios. La exigencia debe ser
estricta y las disculpas no valen. El
lenguaje es importante porque transmite ideología. Y, hablando de violencia
de género, ésta no puede ser otra que aquella que apunte a la igualdad.
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