¿SALIMOS TAMBIÉN NOSOTRAS DE LA CRISIS?
Los
brotes verdes están asomando tímidamente, o al menos eso apuntan algunos datos
macroeconómicos, a pesar de que cuando bajamos al terreno de lo cotidiano esas
cifras no acostumbran a resistir la prueba del algodón. Aun suponiendo que
verdaderamente haya motivos para el optimismo, ¿veremos esos rayos de sol en
igual proporción las mujeres y los hombres?
De
vuelta a los datos, todo parece indicar que no. Si nos fijamos en los más
recientes, el paro registrado en septiembre aumentó 5,5 veces más para las
mujeres que para los hombres. Ahora hay en
España casi 400.000 mujeres desempleadas más que hombres buscando trabajo.
El punto de partida ya no era el mismo, las
mujeres entrábamos con desventaja en ese periodo oscuro y cuasi barroco que
empezó llamándose recesión y desembocó en una de las crisis más terribles de
los últimos tiempos. Una crisis que ha dado al traste con las esperanzas e
ilusiones de muchas familias que se han quedado sin trabajo y en muchos casos
también sin hogar.
Y la
salida tampoco será igual para ellos que para ellas, porque por el camino, y con la excusa de la crisis, el
neoliberalismo ha dado al traste con muchos de los derechos conseguidos en
las últimas décadas, con esfuerzo y con lucha, por las trabajadoras y los
trabajadores. La reforma laboral ha precarizado el mercado laboral, que ya
nunca será lo que fue. Los contratos indefinidos son ya poco más que una
anécdota en un marasmo de contrataciones temporales, en muchos casos por días o
incluso por horas. Y las mujeres son, ahora más que nunca, candidatas a
dedicaciones parciales. La feminización de la pobreza es un hecho,
especialmente entre las familias monoparentales, que están compuestas en la
mayoría de los casos por mujeres y sus descendientes.
Por si
todo eso fuera poco, los recortes en políticas sociales afectan aun,
lamentablemente, mucho más a las mujeres. Lejos de conseguir liberarse del rol
de cuidadoras, se ven obligadas cada vez más a dedicar tiempo al cuidado de las
personas mayores -descuidadas por una ley de la dependencia que se ha reducido
a la mínima expresión- y de las niñas y niños que ya no tienen oportunidad de
acudir a las guarderías que el neoliberalismo en auge ha cerrado o ha dejado de
subvencionar. Una consecuencia de todo ello es la reducción de las tasas de
actividad femenina: las mujeres están
volviendo a renunciar a la conquista del ámbito público para replegarse de
nuevo en el privado, esto es, en el del hogar. ¡Enhorabuena, pues, a los
defensores del patriarcado, os estáis asegurando su perpetuación!
No
podemos conformarnos con una salida de la crisis que devuelva a un estatus
parecido al de hace más una década a tan solo la mitad de la población. Para
poder tener esperanzas de recuperación verdadera, la sociedad poscrisis debe sustentarse en el talento del cien por cien
de sus componentes, no puede permitirse el lujo de renunciar a la mitad. En
España, la economía basada en el ladrillo, un sector altamente masculinizado,
nos llevó a padecer de una manera especialmente contundente la crisis. No
repitamos, pues, esos modelos fracasados.
El siglo XXI debe avanzar, por el bien común, hacia la igualdad plena y
tiene que hacerlo generando un nuevo modelo económico y social. Si no es así,
tendremos crisis para rato.
No nos dejaremos someter y lucharemos mientras tengamos fuerza!!
ResponderEliminarPor supuesto. La lucha continúa.
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