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martes, 20 de septiembre de 2016

MADRES SOLAS


Acaba de presentarse en Barcelona el Informe social 2015 de la Fundació Rafael Campalans sobre Adversidad social y desigualdades. Se trata de una colección de artículos que diagnostica y analiza la situación tras la crisis económica y social y las consecuencias- léase pobreza y desigualdad- que permanecen aún, probablemente para quedarse durante mucho tiempo si no nos empeñamos en ponerle remedio. El informe pone en evidencia que aunque en parte estemos dejando atrás la crisis, en el sentido más macroeconómico del término, las consecuencias se quedan, y lo hacen especialmente en los colectivos más vulnerables. Uno de ellos, el de los hogares monomarentales, el 82% de los cuales está encabezado por mujeres.

Los problemas de conciliación, lógicamente más graves en los hogares monomarentales, se unen a los económicos, ya que más de la mitad de las madres solas con hijos a cargo están desempleadas y buena parte de las que tienen trabajo lo tienen de carácter eventual y/o a tiempo parcial. El informe de la Fundación Campalans hace referencia a otro estudio previo de Save the Children en el que se incide en esta problemática y la vincula, como no podría ser de otra manera, con los alarmantes índices de pobreza infantil que se están registrando. Un dato relevante: cuando una madre sola está en paro - recordemos que más de la mitad lo están - la pobreza infantil afecta a 3 de cada 4 niños y niñas. La lenta recuperación de las tasas de empleo beneficia más a la ocupación masculina que a la femenina, ya que de la misma manera que se destruyó más empleo en sectores masculinizados, ahora se recupera también ese trabajo a mayor ritmo. Por eso el riesgo de pobreza es más alto en las mujeres que en los hombres. No digamos ya si pertenecen al colectivo de madres solas...

Estas familias con una sola persona adulta, casi siempre una mujer,  a cargo de uno o más menores, son socialmente más vulnerables: están más expuestas a problemas con la vivienda tales como pobreza energética, acceso a la compra o al alquiler e incluso desahucios. También suelen ser más proclives a enfermedades y a desgaste de su salud mental y física: las crisis de ansiedad y las depresiones afectan a dos de cada diez madres solas. Todo ello, en parte, porque sus redes sociales y de apoyo, su entorno en definitiva, se reduce a la mitad que en el caso de parejas con hijos, con lo que el desgaste emocional y físico es mayor. Tres de cada diez dejan de comprar medicamentos por problemas económicos y casi el 70% reduce los gastos en alimentación.

Otro estudio reciente que analiza la situación de las familias monomarentales, éste de la empresa de recursos humanos Adecco.  Pone de manifiesto que el 53% de las mujeres que encabezan familias monomarentales se encuentra desempleada, frente al 22% general y que la mitad de esas familias viven con menos de 600 euros al mes, mientras que la práctica totalidad de ellas, el 90%, vive con menos de 1.000 euros mensuales. Los hogares monomarentales representan ya cerca de un 11% del total, mientras que hace tres décadas no llegaban al 1%. Estas mujeres responden, en buena parte, a un patrón: una madre de entre 36 y 45 años, divorciada, con estudios secundarios y que generalmente comparte vivienda o ha regresado a casa de sus padres. 

La estadística y los estudios con espíritu analítico no sólo están bien, sino que son imprescindibles para arrojar un foco de luz a la realidad que nos rodea. Pero, lejos de conformarnos, debemos comprometernos y buscar soluciones. Impulsar políticas específicas para este colectivo contribuirá a paliar uno de los efectos más perversos de la crisis y a evitar situaciones de pobreza y exclusión social que tienen un marcado carácter de género, a la vez que rescatamos de esa desigualdad a niños y niñas que son el futuro del país. Políticas que deben pasar por multiplicidad de ámbitos, desde el Ingreso Mínimo Vital y el incremento de la prestación por hijo a cargo, hasta la mejora de la cobertura por desempleo, pasando por políticas activas de empleo que sean reales y efectivas, una ley de igualdad salarial que evite la discriminación por igual trabajo, sin olvidar un plan integral de medidas de conciliación que son necesarias para toda la sociedad y de manera especial para este colectivo. 

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