¡BASTA YA!
Acaba de empezar un año nuevo, un nuevo año en el que todo es viejo. Todo es viejo y cansino. Por eso no puedo menos que gritar ¡basta ya! Basta ya de machismos rancios y de justificaciones injustificables. Basta de posmachistas difrazados de nuevos igualitarios. Basta de juristas convencidos de que existe un orden natural de las cosas que empuja a los hombres a usar - pobrecitos ellos - su fuerza bruta contra las mujeres, porque no la pueden controlar. Basta de maltratadores reclamando un trato igualitario en la custodia de sus hijos. Basta de periodistas irresponsables reproduciendo con absoluta indiferencia y falta de compromiso, titulares incorrectos. ¡Porque no se mueren, sino que las matan!
Estamos hartas de que nos maten, pero más hartas aún estamos de que demasiados machistas disfrazados de sabios con altavoz gratuito intenten explicarnos que, por más que nos esforcemos, la violencia contra las mujeres es algo que siempre ha existido y siempre existirá. No es utópico creer en un mundo en el que todos y todas seamos iguales, en el que nadie pertenezca a nadie, Y en el que ninguna persona se crea en absoluto superior, por el mero hecho de haber nacido con un determinado sexo, a otra. Si fuera así, aún viviríamos en cavernas y ellos nos seguirían arrastrando de los pelos, garrote en mano. Ah, no, que alguno aún lo sigue haciendo...
No ayudan aquellas y aquellos que, igualmente disfrazados de lo que no son, gritan en pos del poder de decisión de las mujeres sobre sus propios cuerpos para contribuir, de esa manera, a lo que no es otra cosa que una interesada mercantilización de los cuerpos femeninos. No seamos cándidos, no nos dejemos engañar, nada es "gratuito" en este mundo globalizado y a merced de los intereses neoliberales. Ni siquiera nuestros cuerpos, quizás ellos aún menos...
No ayudan los que dejan de traducir en compromisos presupuestarios lo que de boquilla defienden. La lucha contra el machismo y contra su peor expresión, la violencia contra las mujeres, necesita de mucho compromiso y dedicación, también de compromiso y dedicación presupuestaria. Hay que invertir en educación, en coeducación, en recursos para prevenir y para proteger de una manera efectiva a las mujeres maltratadas y a sus hijos e hijas.
No ayudan los que, por dejadez, por inercia o por verdadero interés en que así sea, siguen reproduciendo en su día a día, de palabra y con hechos, los estereotipos de género que están, más de lo que nos podemos imaginar, en la raíz más profunda de los crímenes machistas.
No ayuda nada ni nadie que no se comprometa de verdad con esta lucha que es la de todos y la de todas. Ni obispos, ni magistrados, ni periodistas, ni políticos, ni nadie que deje de hacerlo, que deje de comprometerse, está libre de culpa. Y los y las que ostentan esas y otras responsabilidades con proyección pública y poder de decisión o de influencia son, somos, especialmente culpables.
Cada uno de los asesinatos machistas de este 2017 - en el que lamentablemente ya se ha puesto el contador a cero y ha empezado a girar de nuevo desde el primer día- caerá sobre nuestras conciencias como una losa. Todos y todas somos responsables. Unos más que otros, cierto, pero todo el mundo puede contribuir a que el ¡basta ya! se empiece a tornar pronto en un ¡ahora empezamos a ir mejor! Que nuestros deseos se conviertan en realidad sólo depende de nosotros y de nosotras. Luchemos por conseguirlo.
Estamos hartas de que nos maten, pero más hartas aún estamos de que demasiados machistas disfrazados de sabios con altavoz gratuito intenten explicarnos que, por más que nos esforcemos, la violencia contra las mujeres es algo que siempre ha existido y siempre existirá. No es utópico creer en un mundo en el que todos y todas seamos iguales, en el que nadie pertenezca a nadie, Y en el que ninguna persona se crea en absoluto superior, por el mero hecho de haber nacido con un determinado sexo, a otra. Si fuera así, aún viviríamos en cavernas y ellos nos seguirían arrastrando de los pelos, garrote en mano. Ah, no, que alguno aún lo sigue haciendo...
No ayudan aquellas y aquellos que, igualmente disfrazados de lo que no son, gritan en pos del poder de decisión de las mujeres sobre sus propios cuerpos para contribuir, de esa manera, a lo que no es otra cosa que una interesada mercantilización de los cuerpos femeninos. No seamos cándidos, no nos dejemos engañar, nada es "gratuito" en este mundo globalizado y a merced de los intereses neoliberales. Ni siquiera nuestros cuerpos, quizás ellos aún menos...
No ayudan los que dejan de traducir en compromisos presupuestarios lo que de boquilla defienden. La lucha contra el machismo y contra su peor expresión, la violencia contra las mujeres, necesita de mucho compromiso y dedicación, también de compromiso y dedicación presupuestaria. Hay que invertir en educación, en coeducación, en recursos para prevenir y para proteger de una manera efectiva a las mujeres maltratadas y a sus hijos e hijas.
No ayudan los que, por dejadez, por inercia o por verdadero interés en que así sea, siguen reproduciendo en su día a día, de palabra y con hechos, los estereotipos de género que están, más de lo que nos podemos imaginar, en la raíz más profunda de los crímenes machistas.
No ayuda nada ni nadie que no se comprometa de verdad con esta lucha que es la de todos y la de todas. Ni obispos, ni magistrados, ni periodistas, ni políticos, ni nadie que deje de hacerlo, que deje de comprometerse, está libre de culpa. Y los y las que ostentan esas y otras responsabilidades con proyección pública y poder de decisión o de influencia son, somos, especialmente culpables.
Cada uno de los asesinatos machistas de este 2017 - en el que lamentablemente ya se ha puesto el contador a cero y ha empezado a girar de nuevo desde el primer día- caerá sobre nuestras conciencias como una losa. Todos y todas somos responsables. Unos más que otros, cierto, pero todo el mundo puede contribuir a que el ¡basta ya! se empiece a tornar pronto en un ¡ahora empezamos a ir mejor! Que nuestros deseos se conviertan en realidad sólo depende de nosotros y de nosotras. Luchemos por conseguirlo.
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